Yojimbo - Akira Kurosawa (1961)

Para cumplir mi propósito de ver más cine japonés como preparación para los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, tuve la enorme fortuna de toparme con Yojimbo el mercenario. Ver cine bien hecho en fondo y forma, cine que se aleja de la solemnidad y resulta divertido es un gran placer. Esta cinta es quizá lo mejor que he visto en 2020 y corre con tan buen paso que disfruté el blanco y negro y por momentos cometí la tontería de pensar que hacer buen cine es fácil. Kurosawa fue un genio, basta esta película para probarlo. ¿Cuántas cintas de vaqueros se habrán inspirado en las obras de este director? ¿Cuántas han copiado o robado de ellas? La imitación de la personalidad del héroe, su astucia y su desinterés han sido retomados en muchísimos filmes. Yojimbo presenta a un ronin hecho y derecho. Es decir, un hombre que tiene la formación de un samurai pero no sus compromisos. Es libre para hacer lo que le plazca porque no tiene un vinculo con un señor feudal. Eso es lo primero que  nos muestra la cinta. El hombre llega a un cruce de caminos y  lanza una rama al aire para decidir hacia dónde ir. Le da lo mismo cualquier rumbo porque está en pleno dominio de su persona. El hombre fluye y esa virtud lo convierte en un maestro de la espada.
El ronin llega a un pueblo en que dos bandas de mafiosos se disputan el control. Un chismoso y un afectado le relatan lo que sucede. Un perro con una mano en el hocico confirma las historias. Otro seguiría su camino y evitaría problemas, él ve la oportunidad de hacer lo correcto. Utilizará la estrategia para decidir a qué bando apoyar y obtener algún provecho con ello. Sus planes sufren varios contratiempos, pero él jamás se inquieta. Ante cada adversidad elabora un nuevo plan. Como dije antes, el hombre es libre, sus actos son reflejo de esa libertad y de su capacidad para fluir.

El ideal del samurai es lograr ese estado de plenitud consciente en el aquí y ahora. Actuar y seguir adelante. Es notable la influencia del budismo zen en el personaje. Los samurai utilizaban la espada o la arquería como un ejercicio de meditación para el perfeccionamiento de su persona. Su práctica debía servir como un vehículo para lograr la iluminación sin separase del mundo.
Esa filosofía está claramente reflejada en el personaje principal de la cinta. Hay un desapego que jamás se convierte en descuido y una ausencia de miedo. La muerte no es una preocupación, si llega será mientras el samurai hace lo que debe hacer del mejor modo posible.
A pesar de la filosofía, la película es la más divertida y musical de las que he visto de Kurosawa. Fue una sorpresa descubrir una banda sonora alegre, con sonidos tan distintos a los que, en occidente, se asocian con esa emoción. Además, Yojimbo parece estar dónde nadie mira y siempre hace algo  inesperado.
Otra cosa especial es la presencia del viento. Del mismo modo en que los peces deben a adaptarse a las corrientes del mar, el hombre debe hacerlo en tierra con los vientos. Comúnmente se pasa por alto su existencia, sólo se pone atención cuando se sufre una enfermedad o cuando provoca daños. En el filme, el viento lleva y trae, es un factor de cambio. 
Te recomiendo ver a estas viejas películas sin efectos especiales y dejarte atrapar por el guion, la música y la dirección. Es una pena pagar luces, ruido, superpoderes y viajes espaciales que no aportan nada a la historia. (Ab.)
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