Idioterne - Lars von Trier (1998)

El manifiesto Dogma fue creado por Thomas Vinterberg y Lars von Trier. Sus reglas para hacer cine incluyen dos que me parecen muy difíciles de cumplir. No se admiten armas ni crímenes y el nombre del director no debe aparecer en los créditos. Las reglas de Dogma pronto se rompieron y sólo vi la primera película hecha con ellas. Festen (1998), de Vinterberg, me impresionó mucho, pero nunca busqué otra película Dogma. Apenas vi Los Idiotas. Es la segunda película del movimiento y creo que no me causó tanta impresión como la primera. Me parece que las ideas eran muy buenas y que sirvieron para hacer un cine de calidad, más naturalista y barato. La historia es la de un grupo de personas que deciden fingir ser retrasados mentales o idiotas, no sé que es más correcto en medicina y menos ofensivo para los ofendidos profesionales. La diversión radica en ver las reacciones de los otros, los que no creemos ser idiotas. Además de la provocación, se busca la libertad de actuar como un imbécil. La película es ideal para las fiestas de año nuevo, dónde todos nos ponemos felices porque el planeta ha dado otra vuelta al Sol y bebemos y comemos como si el movimiento de traslación nos brindara una emoción especial que no puede sentirse en ninguna otra fecha.
Los personajes dicen estar buscando su idiota interior, algo así como el niño interior, pero idiota. Encontrarlo significa reconocer que nada de lo que se hace tiene sentido y que se puede hacer y decir lo que se te dé la gana. Desde gritar y llorar hasta beber con extraños y obligarlos a que te lleven al baño y te sostengan el pene mientras orinas. 
El ejercicio es tan catártico que te muestra el frágil esqueleto del control social y la endeble maquinaria de la consciencia colectiva. Claro está que no existe un criterio que defina con claridad lo políticamente correcto, pero de algún modo todos tenemos un sensor que nos advierte cuándo estamos cerca de cruzar la línea.
La película se estanca un poco en esa línea pero el cierre toma un giro para observar que los hechos reales pueden enloquecer a cualquiera. La locura es un refugio solitario. En otras palabras, hay locos que son y locos que se hacen, pero todos necesitamos enloquecer cada tanto.  Les recomiendo leer "Elogio de la locura" de Erasmo de Rotterdam. (Ab.)

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