Ai no korîda - Nagisa Ôshima (1976)
Con el pretexto de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 intentaré ver y comentar más cine japonés. El imperio de los sentidos (In the Realm of the Senses) es una película de amor, obsesión y sexo o quizá sólo sobre esa herida incurable que es el deseo. Cuando estudiaba en la UNAM era normal verla anunciada en cineclubes, en el Auditorio Che Guevara por ejemplo, pero nunca la vi. La foto del cartel y el título me hacían pensar que se trataba cine porno y la idea de estar a una sala con todo tipo de personas me daba un poco de asco. ¿Qué se supone que hagas si alguien comienza a masturbarse en la función? Previendo lo peor, nunca entré. La película no es porno, pero si hay sexo en pantalla, muchos desnudos y sí resulta cachonda. Cuando menos yo, no soy de palo. La película fue censurada en Japón, en USA, en Canadá, en Alemania y supongo que también en México. No entiendo porque nos espanta tanto la excitación sexual. Cualquiera que se haya sentido atraído por otro, sabe que el placer poco tiene que ver con el contacto físico. Es decir, tocar y ser tocado es indispensable, pero el verdadero placer viene de la idea de comunión. Es una cosa mental y el cuerpo reacciona con ese pensamiento. Estar dentro del otro, ser parte del otro, fundirse de algún modo, dejar atrás el yo y ser nosotros, escapar a la mente y ser algo nuevo, un gigantesco aquí y ahora, una fuente de placer inagotable. Una vez que se prueba ese estado mental y se consuma, la adicción es casi invencible.
Si el sexo es para ti sólo el choque de cuerpos, la satisfacción del instinto, el intercambio de fluidos, esta cinta te parecerá porno estúpido y aburrido. Ni siquiera sé si podrás terminarla o si será lo suficientemente sexy para excitarte.
Si alguna vez has sentido esas ganas de morirte por alguien, si la sola idea de abandonar a esa persona te ha causado dolor, si has querido que tu cuerpo no tuviera que dormir o comer o beber para seguir en contacto con alguien, entonces tienes lo necesario para disfrutar este filme.
La película se inspira en hechos reales de 1930. La historia es sobre Sada Abe, una joven que trabajaba como prostituta y que llega a una casa para realizar las tareas domésticas, pero pronto se engancha con el patrón y no se suelta.
La cinta es una fantasía con una libertad sexual que me resulta ajena. La pareja es vista constantemente por otros sin que ellos se intimiden o molesten. Para los otros, incluido nosotros como mirones, el sexo es un espectáculo que nos hace sentir vivos; para ellos es un nivel de consciencia diferente, un objetivo que se cumple sin perturbaciones y que puede ser compartido.
Cuando estás allí, cuando eres esa sensación la comida tiene otro sentido y las ganas de experimentar carecen de límites. Evidentemente no se trata de una cinta para niños, ni para personas que jamás hayan tenido sexo o amor. (Ab.)
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