The Lighthouse - Robert Eggers (2019)

El faro es un ejercicio de estilo. La historia es ambigua y se esconde detrás elementos simbólicos, el blanco y negro muy contrastado, el antiguo lenguaje y el formato de pantalla cuadrada. Estamos encerradosen un pequeño espacio, con el volumen a tope, escuchando ruidos extraños, con dos hombres que se odian, rodeados de presencias y de presagios, para ser testigos del destino ya escrito para los personajes. El filme me transportó a un cuento de Edgar Allan Poe. En sus narraciones, un cuervo, una pared o un corazón pueden tener una presencia absoluta que termina destruyendo la mente y la vida de una persona. No sé si este tipo de relatos todavía causan miedo, pero estoy seguro de que se cuelan en la imaginación y provocan ansiedad. Quizá cuando niños todos conocimos el miedo de sentir una presencia. Con cinco o seis años, por la noche, atrapado por el frío, envuelto en mi cama, me ponía muy tenso escuchar el ruido de los tacones subir por las escaleras del edificio de departamentos en que vivía. La ventana de mi cuarto tenía persianas que dejaban entrar rayas de luz. Cuando esa vecina sin rostro llegaba tarde y subía corriendo, el sonido de sus pasos y las sombras me angustiaban. En mi cabeza, ella era una amenaza y una víctima, huía de algo y perseguía a alguien. La luz y las sombras se transformaban en una pantalla en blanco y negro. Esas proyecciones privadas me hacían consciente de mi existencia y mi vulnerabilidad, las historias que mi almohada contaba me robaban el sueño.
Volviendo a la película, eso es lo que encuentro en ella, un estilo viejo, pasado de moda, acartonado y teatral que nos transporta en el tiempo. Si el cuervo fue sustituido por la gaviota y el faro por el busto de Palas Atenea sobre el dintel de mi puerta, no puedo asegurarlo. Si el canto de la sirena es en verdad un aullido odioso que enloquece a los hombres, tampoco lo sé. 
¿Es la luz, la promesa con que se manipula a los humanos? ¿Hay algún secreto oculto que es accesible sólo a unos cuantos? Hay rocas que son la soledad, hay aguas que son enfermedad, hay licores que aceleran las confesiones y el delirium tremens que padeció Poe. En este mundo de mentiras, la luz de la inteligencia es una maldición. ¿Estamos muertos en el fondo del mar, descansando en las cuevas marinas o estamos encadenados en la caverna  de Platón mirando la proyección de la realidad que no podemos ver directamente?
La película está abierta a muchas interpretaciones, por ejemplo: la imagen final es para mí una imitación de la piedad, esa escultura famosa que se exhibe en San Pedro, pero debo decir que se parece más a la tortura de Prometeo que otros señalan. De igual modo, hay teorías que dicen que los dos hombres son el mismo, yo disfruto la idea de que sean dos personajes.
Esta película te puede gustar o no. Dependerá de tu estado de ánimo y las historias que germinen en tu cabeza mientras la observas. De cualquier manera, es imposible negar que se trata de una cinta de calidad que tiene enorme fuerza y potencial para afectar al espectador. Para mí eso es lo que debe buscar cada obra de arte. (Ab.)

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