The Irishman - Martin Scorsese (2019)

Lo primero que se debe decir, es que esta película se llama: "Escuché que pintas casas". Incluso hay grandes letras rojas que así lo indican. No sé por qué decidieron rebautizarla como: El Irlandés. Creo que subestiman a la audiencia y eso provoca una falsa expectativa y confusión. Antes de verla pensaba que el Presidente Kennedy sería el hueso de la historia. No es así. Lo segundo que debo decir es que Martin Scorsese está más allá del bien y del mal, sabe contar una historia de manera relajada y sabrosa aunque haya muertos de por medio. Yo sólo tuve abuelas y con ese tono reposado que utiliza Scorsese, me contaban cualquier cosa. Podía sentir el afecto en cada palabra aunque no entendiera nada, el hecho de sentarme a escuchar era muy placentero. Eso pasa con este filme. Se goza en todo momento, siempre en ese tono pausado y cálido. La película dura tanto que hice una pausa larga,  varias cortas y hasta un caballito de vodka me tomé, jamás antes lo había hecho. Si estás esperando violencia salvaje y persecuciones a gran velocidad te equivocaste de película. Aquí los muertos caen de uno por uno y todos son ejecutados con pocos tiros. 
Con más de setenta y cinco años, Scorsese debe sentir que su tiempo se agota. Por eso hace un recuento de la historia gringa y de su amada mafia que se tuerce y se transforma en una bomba de remordimiento. 
La historia es la de Frank Sheeran, interpretado por Robert De Niro, un tipo que peleó en la Segunda Guerra Mundial en Italia y al volver a gringolandia para trabajar como chofer de un camión de carga. Por casualidad, en una gasolinera se relaciona con un jefe de la mafia sin darse cuenta. En su trabajo comienza a robar un poquito más cada día, cambia las reses chafas por carne de calidad. Eso lo lleva a un pleito legal que lo pondrá en el lugar correcto para ascender en la mafia. Su padrino es Russell Bufalino, Joe Pesci. Este actor se roba la cinta. Aunque De Niro lleva el peso, Pesci le pone sabor. Es un viejo como de peluche que dan ganas de apretarle los cachetes por simpático. 
La trama crece hasta que Frank se vuelve tan cercano a Bufalino como a Jimmy Hoffa. Al Pacino es de mis favoritos pero me distrajo su peluquín en el personaje de Hoffa. Lo peinan tan mal y se ve tan raro, que me parecía gracioso cuando no debía serlo. Hubiera sido mejor que Harvey Keitel interpretara a Hoffa, pero no fui el director del casting. La relación entre Frank, Bufalino y Hoffa se tensará y terminará con una traición.
Supongo que todo el mundo sabe que Scorsese es cristiano y creo que eso se cuela en la película de mala manera. La culpa es el veneno del cristianismo, un veneno que nos intentan inyectar todos los días. En Silence (2016), Scorsese ya se había puesto fanático; no es nueva está faceta evangelizadora. En The Irishman, la vida de Frank, que tuvo tantas satisfacciones, parece borrada por la culpa. Por momentos pareciera sufrir el hecho de seguir vivo, da la impresión de que hubiera preferido morir antes que ser el último sobreviviente de la camada. Lo mantiene vivo el miedo a la muerte. Se queda sólo en silencio, como todos nos quedaremos, esperando a la muerte y se acerca a la religión en busca de algo que nadie puede darle.  
La paz mental y la felicidad se construyen día a día. Si tu vida se llena de lo que te gusta hacer, no deberías arrepentirte de nada. Pero este viejo, como tantos viejos, se come la mentira de decir que todo lo hizo por sus hijos. Nadie hace nada que no sea para sí mismo. Pensar que sí, es caer en la trampa del pensamiento cristiano. Dedicar la vida a otros es imposible.
Quizá Scorsese tiene remordimientos de lo que dejó de hacer. Quizá no puede escapar de su propia educación. La vida de Frank termina con años en la cárcel y cien años de soledad. Yo no compró esa conclusión y creo que nadie debería hacerlo. La culpa de Frank no es de verdad, el arrepentimiento es el tren del mame de los que van a morir. Lo único importante es disfrutar el paseo. Así que escoge un buen sillón y deja que te arrulle el cuento del abuelo. (Ab.)
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