Ai-naki mori de sakebe - Sion Sono (2019)
El bosque sangriento o The Forest of Love está en Netflix. La tarea autoimpuesta de ver un filme japonés cada semana ha resultado un recorrido irregular. El Studio Ghibli y, en general, el animé tiene un alto nivel de calidad, lo mismo que las cintas de Akira Kurosawa, por eso en ocasiones resulta difícil decidirse por ver otro tipo de cintas. Sin embargo, el director Sion Sono hizo, en 2016, Antiporno y eso me convenció. El bosque sangriento comparte algunos elementos con aquella, pero tiene otro tono y otro ritmo. Es muy diferente a lo que normalmente encuentras en Netflix. No es para niños ni mojigatos, es de Cineteca, es lenta, es larga, es de autor, a ratos desespera y es reflejo de la personalidad del artista. Si sólo quieres saber si vale la pena, te advierto que no es para pasar un rato agradable. Es una película con sexo y violencia que busca provocar y cae en lo inverosímil. Si me tienes paciencia, intentaré explicar un poco más. Pero estoy seguro que si no tienes la calma para leerme, difícilmente terminarás el filme que dura dos horas y media.
La historia mezcla a las alumnas de un grupo 3B de una escuela femenina, con un talentoso, cabrón y efectivo estafador cuarentón, con un grupo de hombres jóvenes que quieren hacer una película y un asesino serial. Las estudiantes montan la obra de Shakespeare, Romeo y Julieta al tiempo que descubren su sexualidad. Por alguna razón que no se explica, el estafador se empeña en destruir la vida de todas esas mujeres. Los aspirantes a cineastas conocen a una de las chicas y terminan haciendo una película sobre el estafador. Decir más es muy complicado y exige una serie interminable de detalles.
El estafador no tiene límites. Es capaz de decir y hacer cualquier cosa para obtener lo que quiere. Además es un hombre violento y con un apetito sexual sui generis. Aunque el sexo y la tortura consumen buena parte del tiempo de la cinta, el estafador disfruta más la tortura y la manipulación que el sexo. El acto sexual y la seducción son sólo herramientas de manipulación para el personaje.
Este filme es una especie de autorretrato del director. En mi opinión, el universo, Dios, el Todo o como tú lo llames, busca lo nuevo, lo diferente, la multiplicidad. Cada ser que nace es un poquito distinto del anterior, Darwin lo llama evolución, yo lo llamo experimentación. De modo que los artistas, cuando menos en sus obras, deben romper todos sus límites, deben experimentar. Ejemplo: pensamos que Shakespeare no sería capaz de cortar una libra de carne de otro hombre. Sin embargo, en el Mercader de Venecia debía liberarse de sus valores, prejuicios y miedos y crear un ser capaz de pedirla como pago.
Eso sucede con Sion Sono en este filme, no busca provocar por provocar, utiliza la provocación como parte de un ejercicio creativo que le obligue a pensar más allá de sus límites. La película que vemos es su creación, del mismo modo que la cinta que se graba al interior de la película es del estafador. Hay un ejercicio de estilo. El director hace un autorretrato práctico.
Evidentemente, se da gusto en explorar y romper los límites que le dan curiosidad y satisfacción de manera personal. El director busca saber cuál sería su reacción si pudiera manipular a la gente en la vida real del mismo modo en que manipula al espectador con sus cintas. Quizá también le obsesiona el dolor, pero principalmente lo mueve la libertad de hacer todo sabiendo que no habrá consecuencias o quizá sólo sin prejuicios ni remordimientos.
De hecho, el estafador nunca se ensucia las manos, del mismo modo que el director no aparece en pantalla. De cualquier modo creo que dos horas y media son demasiado y que resulta agotador ver tanta locura. No me gustó, prefiero Antiporno. Si te animas a seguirle el paso, es probable que encuentres algunos de tus límites en el camino. (Ab.)
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