Gli infedeli - Stefano Mordini (2020)

Los infieles está en Netflix y es una pésima película con un buen punto. La cinta es una recolección de anécdotas sobre hombres que se empeñan en tener relaciones sexuales para llenar el vacío de sus vidas. Aunque el corto empuja a creer que el recorrido será divertido, es un engaño. La película aburre. Expone lo patético del comportamiento masculino que, inconscientemente o en negación, busca encontrar en el sexo el afecto que nunca ha recibido. La primera historia es la de un matrimonio que está a punto de salir de viaje y que pelean porque él desapareció la noche anterior. La historia se corta cuando ella logra entrar al teléfono de su esposo y grita. Así son todas las historias. No sabemos qué encontró, no sabemos si el tipo tiene fotos con hombres, con niños, con perros, con caballos, con modelos, con su suegra o con extraterrestres. La historia es una mala broma. No hay historia.

Lo mismo pasa con el resto. Una mujer descubre que su esposo va a un club sexual todos los días y se lo hace saber a través de las sábanas. Pero nunca sabemos qué le excita al fulano ni porque su mujer decide seguirle el juego.

Para nadie es un secreto que los italianos son voraces. Cualquier tonta que viaje a Italia, por fea y desagradable que sea, recibirá insinuaciones y seguramente caerá en la trampa y hasta volverá sintiéndose guapa por haber tenido sexo con un italiano. Los italianos creen en probar antes de juzgar. Un vaso de agua a nadie se le niega.

Exhibir un idiota que acude a una convención y tras ser desechado por todas, recurre a meterse casi a la fuerza a la habitación de una mujer enferma de gripe me parece triste.  Exhibirlo al día siguiente, peor. En otro cuento, un tipo confiesa haber engañado a su mujer y ella después de joderlo un rato con preguntas sobre detalles, le dice que también ha sido infiel. El fulano se convierte en un niño que llora como si hubieran vendido su juguete favorito y pide que le digan que el otro la tenía más chica.

Aunque las historias son verosímiles, no son divertidas. Son retratos de esa idea de masculinidad que se sostiene en la cantidad de parejas sexuales. Y es sólo al final que se toma un segundo para mostrar que la fanfarronada es una máscara para ocultar el vacío y la infelicidad. ¿Hay alguien que no sepa esto?

La peor falla de la cinta es que se mueve alrededor de la idea de que las mujeres son pasivas, inactivas y, quizá, mejores o menos estúpidas. Hueva. No es verdad. Basta mirar la epidemia de madres luchonas. Recurrir al sexo para evitar el sinsentido es una droga que engancha parejo. Pero quizá el director es tan cobarde que no se atrevió a presentar la historia de una mujer infiel por temor a esas feministas que creen que una anécdota es el todo. Quieren negar la existencia de tiburones porque cuando van al mar no los ven en la playa. (Ab.)

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