El silencio de otros - Almudena Carracedo & Robert Bahar (2018)

“Lo injusta que es la vida. No la vida. Los humanos… somos injustos.”

–María Martín.

El silencio de otros es un documental protagonizado por víctimas del régimen franquista, que al no poder obtener justicia en su propio país gracias a la Ley de Amnistía Española de 1977, deciden buscarla por medio de la llamada Querella Argentina, una denuncia ante el tribunal argentino contra el genocidio y crímenes contra la humanidad cometidos entre 1936 y 1977. Empezaré con lo que desata todo esto, la Ley de Amnistía. Muy bien, ¿qué carajos es una amnistía? Según la Real Academia Española, es un perdón de cierto tipo de delitos, que extingue la responsabilidad de sus autores. ¿Y por qué aplicarlo en España? Porque en 1977, dos años después de la muerte de Franco, se exigía que los presos políticos, en su mayoría adultos jóvenes opositores del régimen, fueran liberados al mismo tiempo que se condenara a sus agresores. Una petición extraña según el gobierno, porque eran presos por una razón ¿no?, y quienes los tomaron, torturaron o asesinaron lo hicieron por una razón ¿no? Y claro, si se hubiera iniciado entonces una investigación oficial muchos políticos y personas poderosas, que lo siguieron siendo, hubieran caído. Así que la mejor política aplicable, por supuesto para garantizar la paz en el país, fue borrón y cuenta nueva. Yo estoy a favor del perdón, pero siempre y cuando venga de ti, de tu propia conciencia y criterio, como es el caso de Eva Mozes Kor. Aquí se trató más de un perdón obligado, nadie le preguntó a nadie, sólo se les dijo a las víctimas directas e indirectas, que hicieran como si los pasados años no hubieran existido. Lo que, claramente, es una tontería. 
De las historias narradas, no hay una que pases por alto, una que no te haga compadecer a quienes deben vivir sabiendo que no pueden exigir justicia porque a ojos de la ley, la herida está cerrada. Hay un hombre, José M. Galante, de los más involucrados en la Querella, que cuenta dos hechos sorprendentes: 1) En Madrid vive a pocas cuadras de su torturador conocido como “Billy el niño”. Algo que honestamente no sé cómo soporta. Imagina saber que quien te desnudaba, colgaba y golpeaba (o mandaba a hacerlo), vive feliz y sin repercusiones a pocas cuadras. Que cada mañana corres el riesgo de verlo de frente y nada puedes hacer más que no saludarlo; y si lo hicieras, probablemente los más jóvenes alrededor, que no saben qué fue la amnistía ni les interesa, te juzgarían a ti como el malo. 2) Su calle se llama General Yagüe, en honor a un hombre que hizo prisioneros a entre 1800 y 4000 personas que fusiló en la plaza de toros de Badajoz. Uno no suele pensar en los nombres de las calles, al menos yo no lo hago, pero lo cierto es que son una forma muy poderosa de decir “estuve aquí y fui importante”. ¿Este reconocimiento, en última instancia mini monumento, se lo merece un hombre que mató al diez por ciento de una ciudad en un acto que ahora se considera crimen contra la humanidad?
Sí, dije ahora porque entonces ni siquiera se consideró un crimen y mucho menos existía el término “crimen contra la humanidad”. ¿Pero qué es eso? Son todos aquellos ataques cometidos contra civiles para aplicar políticas de un determinado Estado u organización. Es decir que el régimen de Franco cumple sin dudas los requisitos para ser llamado así; y esto es bueno para los involucrados, ya que se puede juzgar fuera del país donde se cometió gracias al principio de justicia universal. Que sí, hay países que no lo reconocen (Estados Unidos), pero lo que nos interesa es que España sí lo hace, y esto fue lo que usaron las víctimas para abrir el caso en Argentina con ayuda de la jueza Maria Romilda Servini de Cubría, quien terminó escuchando a más de trescientas personas en cinco años que duró la filmación. Uno puede pensar que ya está, que con este proceso finalmente habrá justicia, pero como dijo María Martín (una de las víctimas indirectas), los humanos somos injustos, y nuestros héroes deben conformarse con victorias tan pequeñas pero tan necesarias que saben a gloria, igual que soportar los tropiezos constantes que ponen frente a ellos, pero eso hacen los héroes, ¿no? 

En pocas palabras, El silencio de otros es un documental que, además de casi sacarme una lágrima, cuenta lo impotente que puede dejar la ley a una persona, lo doloroso que resulta perdonar contra tu voluntad, lo fundamental que es reconocer la historia, y lo valiente que debes ser para exigir justicia. (Scarlet Oliva)

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