Yoidore tenshi - Akira Kurosawa (1948)
Akira Kurosawa es uno de esos directores cuya obra parece mejorar con el tiempo. En esta ocasión me encontré con El ángel borracho y tuve que comprarla. Algo en la sencillez de su descripción y su portada me convenció. La historia es sobre la amistad entre un mafioso enfermo de los pulmones y el médico borracho que lo atiende. Alrededor de esa historia se construyen otras: un mafioso que sale de la cárcel para recuperar su territorio y su mujer; una mujer que huye de su esposo violento y se esconde trabajando como enfermera; un jefe de la mafía que traiciona sus acuerdos; una niña que busca en el doctor algo más que atención médica; y un hombre que se descubre desechable y traicionado. Todo eso en la superficie. Pero debajo hay algo más. Si bien las historias son entretenidas, divertidas y bien entrelazadas, sólo son la hoja sobre la que el director escribe el mensaje.
¿Cuál es el mensaje? Quizá que las buenas acciones no se presentan como algo bello, que la violencia es siempre una pose, que las enfermedades del alma atacan al cuerpo o quizá que no todos estamos hechos para la vida en la ciudad. Yo me quedo con decir la verdad y hacer el bien sin mirar a quién.
Hay una enfermedad muy grande que recorre la vida de Tokyo, quizá sea la tristeza que dejó la guerra, quizá sean las miasmas del pantano que todo corrompen. Uno de los personajes señala: todo cambia, menos este tranquilo pantano. Es como si alrededor del sitio nada pudiera mejorar, la herida sigue abierta y no basta curar el cuerpo, es necesario cambiarlo todo, antes que cambiar a la gente y sus relaciones, para sanar completamente es necesario cambiar el pensamiento. Lo malo atrae lo peor y se devoran mutuamente. Un pensamiento positivo hace la diferencia en tierra fértil.
Hay una enfermedad muy grande que recorre la vida de Tokyo, quizá sea la tristeza que dejó la guerra, quizá sean las miasmas del pantano que todo corrompen. Uno de los personajes señala: todo cambia, menos este tranquilo pantano. Es como si alrededor del sitio nada pudiera mejorar, la herida sigue abierta y no basta curar el cuerpo, es necesario cambiarlo todo, antes que cambiar a la gente y sus relaciones, para sanar completamente es necesario cambiar el pensamiento. Lo malo atrae lo peor y se devoran mutuamente. Un pensamiento positivo hace la diferencia en tierra fértil.
Toda la película está salpicada con diálogos que permiten leer más que las palabras expresadas y con imágenes que obligan a pensar y descifrar el silencio. La música es el contraste, la provocación.
Kurosawa interrumpe su estilo sobrio sólo en dos ocasiones: a) con una secuencia onírica que resulta un presagio; y b) un número musical digno de Pérez Prado o del cine de rumberas, pero que se siente alegre y novedoso y que da una pausa antes del cierre.
Es reconfortante descubrir una película que se mantiene vigente. 60 años y el blanco y negro se siente vanguardista. Mostrar la vida sin corrección política, con dulzura y serenidad, sin ocultar nada, es una invitación al auto análisis y al cambio optimista. (Ab.)
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