Gisaengchung - Bong Joon Ho (2019)

Parasitos, ese será su título en México, se estrenará el 25 de diciembre y es un filme impresionante. Había escuchado mucho sobre esta película y temía que se convirtiera en una decepción tipo Roma (2018). Gracias a Dios no fue así. Aunque también toca el tema de las personas de servicio, no es su tema central y no los muestra de manera condescendiente y clasista. La historia es la de una familia de "inadaptados" que saben cómo funciona el sistema y sobreviven con la ley del menor esfuerzo. Lo que digo implica una contradicción, pero esa incongruencia es parte importante de la película. Los integrantes de la familia saben jugar el juego, incluso diría que son demasiado listos para su propio beneficio. Sin embargo, hay algo que les obliga a arruinarlo todo, una fuerza invisible que los marca como perdedores. Viven en un semisótano, amontonados con una sola ventana que mira a un callejón donde los borrachos suelen orinar. La familia es esa familia nuclear ideal de mamá, papá, hijo e hija. Me disculpo por no poner sus nombres, no sé coreano, mi memoria es débil y al ver la película no hay manera de confundir a los personajes. Un golpe de suerte hace que un universitario que se va a estudiar al extranjero, escoja al hijo para reemplazarlo como maestro de inglés de una niña rica. 
El joven acepta hacerse pasar por universitario, es contratado y encuentra la manera de que cada uno de los integrantes de su familia sea contratado en la casa rica. La hija se convierte en maestra de arte; el papá en chofer y la mamá en ama de llaves. Hay elementos de superstición que se ven encarnados en una roca y en un fantasma, pero la trama no pretende escapar hacia la fantasía. Mantiene los pies en la tierra. 
La cinta no se frena en el conflicto natural entre los patrones y el servicio, analiza el alma humana y muestra que no somos otra cosa que parásitos. Los pobres no son santos, son ambiciosos, abusivos y cabrones. Los ricos son igualmente complejos, tienen sus modos, sus caprichos y sus ascos. La línea entre el patrón y la servidumbre está siempre presente.

Quienes hayan sido lectores asiduos de este blog saben que la sola idea de contratar personas para realizar las tareas domésticas me parece abominable. Esta película refuerza mi sentir. La relación entre los dueños de la casa y los empleados es muy delicada. No sólo porque se enteran de todas tus intimidades y secretos; también porque tarde o temprano genera rencor y conflicto. En el caso de Parasite, el olor corporal es importante para distanciar a las partes y solidificar los odios.
La cinta juega con un montón de cosas que no se expresan verbalmente, desde la ignorancia y la ingenuidad hasta el deseo. Esas cosas son las que mantienen la tensión durante dos horas y doce minutos que se pasan como agua. 
La bomba se va construyendo lentamente y aunque sabes que no puede terminar bien, aunque ya sabes que las mentiras serán expuestas, jamás imaginarás cómo. Todo revienta de modo inesperado y salvaje. Por último, el cierre es de una melancolía opresiva. 
Parasite es la pesadilla absoluta, la fantasía oscura, el destino como una trampa.  La casa y el jardín son mucho más que eso, son un símbolo, una presencia y un personaje. La roca verde es el amuleto, es nuestra carga y el mito de Sísifo. Como en todas las buenas películas, no hay inocentes. ¿Quiénes superior a quién? ¿En qué aspecto? ¿Cuáles son tus secretos? ¿Cuál es tu ambición? ¿El dinero lograría un cambio significativo en tu vida y en tu mentalidad? La ambición insaciable es la peor de todas las maldiciones. Alimenta al peor enemigo, el que vive dentro. 
La fotografía, la música, el guión, el vestuario, la producción y las actuaciones, todo es excelente. Cada elemento demuestra calidad y compromiso en esta cinta que me dejó muy impresionado. Por cierto, las actrices que hacen de dueña de la casa y maestra de arte son guapérrimas. (Ab.)
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