The Good Liar - Bill Condon (2019)

El buen mentiroso es una decepción grande y esférica. Resulta muy triste acudir a ver un par de buenos actores del tamaño de Ian McKellen (en el personaje de Roy) y Helen Mirren (como Betty) para que la historia resulte un churro mal armado. La historia es sobre Roy, un timador que se encuentra en internet a Betty, una mujer de su edad que parece tener el perfil perfecto de la víctima fácil. Desde el momento en que ves el tráiler sabes que esta vez Roy no logrará lo que pretende. La única sorpresa posible es qué hará Betty para joder a Roy, pero resulta que el método es estúpido y la sorpresa se traslada a los motivos de la venganza. La cinta subestima al público, no sólo piensa que puede fascinar con una historia predecible, también mete con calzador sus cuotas de pensamiento progre. Me explico,  Roy es presentado como un estafador de peces de buen tamaño, no los más grandes y gordos, unos medianos pachoncitos que no puedan defenderse. Sin embargo, todo su proceder para estafar a Betty es tan torpe y burdo que no engañaría ni a mi mamá. Una cosa es pensar que estás con un flan; otra, ser un descarado que un día cojea y después lo olvida por completo. Por un momento pensé que el nieto de Betty lo iba a tundir a palos. Tanta torpeza por parte de Roy advierte al espectador que Betty también tiene su plan y que le está siguiendo la corriente. 
Hasta allí la trama no decepciona, pero de pronto resulta que Roy, así de viejo y flaco como está, es un matón ágil y experimentado que puede deshacerse de un hombre veinte años menor y salir ileso. La cosa se va poniendo peor cada vez, Roy y Betty se van de viaje a Berlín y se llevan al nieto. ¿Es en serio? Los europeos difícilmente cargan con sus hijos, viajan solos desde muy jóvenes y ahora resulta que se llevan de paseo a un nieto cuarentón. 
Todo el viaje es para engañar a la audiencia, descubrir el plan de Betty y mostrar nuevamente la habilidad de Roy para voltear la tortilla. La torpeza del director hace que surja el fastidio y el aburrimiento. Así de la nada, Roy y Betty ya son almas gemelas que nunca han tenido sexo. ¿Qué dedo me chupo? Ni el hombre más torpe y desesperado soporta a una mujer si no hay buen sexo de por medio.  
Resulta que Betty tiene un megaplan que requiere mucha preparación y dinero, pero posterga la confirmación de  la identidad de Roy para cuando el plan lleva el 80% de avance y le corta el cabello. La lógica indica que antes de echar a andar un plan tan caro, confirmes que la víctima es la correcta, cosa que pudo hacerse en la primera cita con un poco de saliva de la copa. Pero no lo hace, porque hasta que viaja a Berlín piensa en confirmar de quién se trata. Absurdo por todos lados.
La trama cierra con una lucha ridícula en la que Roy olvida las habilidades de matón que mostró en el metro y es castigado por el daño que hizo cuando tenía 15 años y era un adolescente psicópata. No por su carrera criminal, sólo por un hecho de su larga carrera de chingaderas. Para quebrarlo recuperan a personajes de relleno que nunca tuvieron contacto con Betty. Nada de esto parece razonable.
En lo que refiere al pensamiento progre, el filme muestra  que Betty nunca fue Nazi, no es racista, tiene familia negra y su nieto negro es gay. Solamente faltó que Betty fuera en realidad un transgénero que renta su vientre.  Supongo que los actores necesitaban un poco de dinero o actividad, sólo así se entiende que se prestaran a trabajar en algo tan malo. (Ab.)
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