La La Land - Damien Chazelle (2016)

Los musicales no son mis favoritos. Cuando se estrenó esta película me negué a verla. Resistí la ola de los Oscar y los Globos de Oro y todas las alabanzas de la prensa. Ya casi comienza la temporada de premios y la comezón de las películas pendientes regresa con fuerza. Cedí ante la tentación y la curiosidad porque me gusta Emma Stone y  por mi propósito de vencer mis prejuicios y ver todo tipo de cine. Puse el disco y, al ver la primera secuencia, pensé que no podría verla completa, me equivoqué. La cinta comienza con un número musical en un embotellamiento en la autopista que me recordó el video de Björk: It's oh so quiet. Después de la primera impresión y el rechazo inicial todo va mejorando. 
El colorido cuento navideño comienza en invierno y da la vuelta por las estaciones. La idea es ver un romance entre una actriz y un músico de jazz. Sus vidas se enlazan y se desenlazan sin mucho drama dejando aprendizaje para ambos y concluyendo con un final feliz que se desplaza ligeramente de lo ordinario. Ryan Gosling y Emma Stone ya se conocían y esta es la tercera película en que trabajan juntos. Si quieres comprobarlo busca la magnífica Crazy, Stupid, Love (2011) y la mediocre Gangster Squad (2013). Hacen buena pareja y eso se nota en pantalla. Por cierto, creo que al director le cae mal Emma porque luce bastante mal casi todo el tiempo, sólo se ve guapa en dos ocasiones: en la secuencia de la fiesta cuando pide I Ran de A Flock of Seagulls y casi al final, en un close up cenital que es la última foto de esta reseña. 
Una cosa que llamó mucho mi atención fue el uso del color. Casi toda la ropa es de colores sólidos y siempre se busca el contraste. El grupo de la fiesta antes cita, que también tocan Take on me del grupo a-ha, son los únicos que utilizan colores distintos para las piernas y el torso. 
La película hace recordar a las grandes producciones del viejo Hollywood como Casablanca (1942) y Singin' in the Rain (1952) y tiene contacto directo con Rebelde sin causa (1955) al hacer énfasis en el Observatorio Griffith. Si quieren descubrir curiosidades hay varios videos al respecto en YouTube.
No sé si este filme merecía todos los premios que recibió, pero se nota el trabajo tanto de los actores (canto y baile), y mucho cuidado en la producción. Insistiré en el estupendo trabajo en el vestuario y la fotografía. 
La música tiene buenos momentos y otros bastante grises. De cualquier modo empuja a entrar en un estado de ánimo relajado y yo terminé tarareando el tema principal. Creo que le sobran un par de números musicales. Sin ellos la película podría durar una hora cuarenta y no más de dos horas. Lo único realmente malo son las tomas dentro de la piscina que no sirven para nada y se lucen mal.
Además del repaso por la historia del cine y los méritos técnicos, la película tiene la virtud de dejar un grato sabor de boca. Supongo que no todos los baristas se convierten en estrellas de Hollywood y no todos los músicos logran montar su club de Jazz, pero el optimismo y la esperanza son piezas fundamentales en el cine de Hollywood y en la utopía del inmigrante. Como en toda gringada, el American Dream está al alcance de cualquier persona trabajadora. The Show Must Go On. (Ab.)
Si te gustó esta reseña que terminó silbando, compártela con un barista y un músico de bar.




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