Hotaru no haka - Isao Takahata (1988)

A diferencia de muchas películas del Studio Ghibli, La tumba de las luciérnagas no está en Netflix y yo tuve la suerte de que la prestará una verdadera fan. No he visto todos los filmes de Ghibli, pero creo que La tumba de la luciérnagas es diferente al resto. Aunque la técnica de animación y la calidad es la misma, cambia el tono y el tema. Esta cinta renuncia a la fantasía y elige el realismo.  Se basa en un relato escrito por Akiyuki Nosaka que tomó como inspiración sus propias vivencias de la guerra. La cinta presenta sin filtro la realidad de la población civil después de un bombardeo y hace que olvides que se trata de dibujos animados. No hay romanticismo sobre la guerra o los valores que intenta proteger, tampoco hay análisis sobre ello. El director declaró que no se trata de una película en contra de la guerra. Lo que hay es egoísmo, un egoísmo tan salvaje  que la violencia sangrienta sólo sirve de escenario. La muerte es irrelevante, es un regalo de paz. Lo difícil es vivir, lo duro es hacerse responsable de otro, lo cabrón es saber que, sin guerra, hoy sigue siendo lo mismo. Cerramos los ojos y protegemos el corazón. Pasamos al lado de gente que requiere ayuda y optamos por no verla. Lo mejor y lo peor de este filme es que carece de héroes, todos son humanos de carne y hueso que cargan su duelo y se niegan a ayudar

Seita es un adolescente de 14 años que vive en Kōbe, Japón, con su madre y su hermana, Setsuko de 4. Su padre trabaja en la Marina y su madre es ama de casa. Un bombardeo separa a los hermanos de su madre que resulta herida al comenzar la película. No tienen otros parientes en esa ciudad, por eso los niños van a vivir con la tía paterna y no se adaptan a la nueva situación. Después de algunos roces, deciden vivir por su cuenta en un refugio cercano. 
Hay un montón de detalles que recuerdan que la naturaleza es ajena a la guerra. Una familia de patos cruza el estanque. Las aves pían y la madre acude a darles alimento. Las luciérnagas iluminan la noche. En contraste la ciudad está en ruinas y los humanos son hoscos. Los niños siguen en contacto con lo natural, se aman y se cuidan. La gente, incluso los campesinos, piensan que no pueden vivir fuera del sistema o al menos eso dicen a los niños. Los morros tienen fe y no se rinden, son libres y aunque les cuesta la vida prefieren vivir solos. 

La película muestra muchas costumbres japonesas. Al inicio Seita entierra comida en el jardín y más tarde la recupera. Muestra como carga a la niña con una cinta. Retrata las hornillas, la comida, la ropa y el calzado tradicional. Los modales en la mesa son importantes, los zapatos no deben entrar a la casa. Un hombre lanza la caja de dulces como si fuera una pelota de beisbol. Al final, Seita prepara la cremación del cuerpo con absoluta libertad y amor.
El refugio de los niños son sus juegos, la comida y una lata de dulces. No hay trabajo, no hay escuela, no hay un pariente que entienda la situación. Ningún adulto ofrece trabajo a los niños, mucho menos comida. Nadie parece entender el duelo que están viviendo. Cada quien a lo suyo, cada cual con la cabeza en sus propios problemas. La tía no les dice qué espera de ellos, ni averigua si su hermano está vivo, ni si hay algún lugar en el que reciban huérfanos o si puede tramitar una pensión por la muerte del padre.

El horticultor golpea Seita por robar rábanos y jitomates. El médico se niega a darles medicina. La prima no se preocupa por su partida. La gente en la estación de trenes siente asco y vergüenza. Nadie pregunta, nadie se detiene. El chico no se rinde. No se da por vencido. El egoísmo no lo destruye, muere de tristeza.

Los hermanos juegan en la bañera y en la playa, tocan el piano, cantan. Cuando están juntos todo es risas y felicidad. Seita jamás se molesta por los berrinches, siempre tiene ideas para calmar a su hermana. Salir a caminar por la noche, beber agua endulzada con los restos de la lata de dulces, cocinar o atrapar luciérnagas.

La película es una tragedia. No hay descanso. La muerte está por todos lados. Quizá debería haber llorado, pero hay algo que fluye natural en esta historia. Nada parece fuera de lugar y la muerte de sus protagonistas se siente como un alivio. Sus almas no tiene remordimientos. Dieron lo que tenían que dar. ¿Por qué las luciérnagas deben morir tan pronto? La pregunta no tiene respuesta. (Ab.)

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