Sen to Chihiro no kamikakushi - Hayao Miyazaki (2001)

Quedé tan fascinado con La princesa Mononoke, que al encontrar El viaje de Chihiro como sugerencia de Netflix no puede resistirme a verla. La ví hace muchos años por sugerencia de mi amiga Lourdes Cid y creo que quedé fascinado aunque no entendí nada. Verla ahora me brinda un placer inmenso porque los japoneses generan mundos fantásticos en los que todo es posible y al hacerlos no renuncian a la crítica social. Basta ver Paprika (2006). De cualquier modo, con esta reseña cumplo con comentar un filme japonés por semana en lo que llegamos a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Gracias a Netflix que agregó a su catalogo las películas del Estudio Ghibli, incluido El viaje de Chihiro que es considerada su obra maestra. La historia funciona a muchos niveles. Un niño pequeño puede verla y quedarse con la aventura de imaginación desbordada. Un niño mayor pueda descifrar el castigo de la codicia de los padres y la recompensa de los actos desinteresados. Pero se necesita un poco más de atención para entender que el cambio de un nombre tiene el poder para controlar la conducta o para reconocer que una mudanza puede ser un cambio de valores.

Despreocúpate del mensaje y vela dejándote llevar. El DVD es fácil de conseguir, así que puedes volver a ella en otro momento y poner atención a los detalles. Si la película tiene mensajes para ti, los encontrarás.
En mi cabeza rebotaron las palabras de Ernesto Sábato sobre el hombre engranaje que forma parte tanto del capitalismo y como del colectivismo. El escritor explica que los avances científicos son parte de una crisis espiritual que roba a los hombres todo lo que los hace humanos. La civilización empuja a las personas a trabajar en obras que antes fueron imposibles, pero esos nuevos trabajos los convierten en robots y los obligan a perder su espíritu. Ojo con las esferas de hollín. No es raro que estén de moda los filmes de zombies. Cuando el desarrollo del hombre es secundario, los humanos se entregan a sus pasiones y son manipulados.
No sirve de nada el crecimiento irrestricto de la población humana si la inmensa mayoría está formada de seres viles, desechables, sin virtudes ni valores. De nada sirve mandar un cohete al espacio, si los humanos no logramos mejorar nuestras relaciones familiares o nuestra comunicación de pareja. 
Para mí, la película es pura nostalgia. Abandonar los dragones y las brujas, cambiarlos por coches y ligas para el pelo, abandonar todo lo que nos hace sentir plenos para convertirnos en una abeja, en una hormiga, en menos que eso. El mundo perdió su magia, porque nos han dicho que nuestro trabajo es uno sólo por el resto de nuestros días: ganar dinero. Si no levantamos la cabeza y vemos hacia donde avanzamos como especie, estamos asegurando la destrucción de nuestro hábitat. Suena terrible, pero quizá la extinción es el único camino. 
Olvida mis conclusiones y obtén las tuyas. Cualquier niño sabe que los adultos están perdidos. Esta película es para disfrutarse con calma y para meditar en la almohada. De ese tamaño es el fondo, la forma es igualmente maravillosa. Alucinante e inteligente. (Ab.)

Si te gustó esta reseña pesimista, compártela con tu abuelo.


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