Mononoke-hime - Hayao Miyazaki (1997)

Para cumplir con la promesa de reseñar un filme japonés por semana hasta los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, acudí a Netflix y por fortuna escogí La princesa Mononoke. Ya antes había reseñado Porco Rosso del mismo director y no me entusiasmaba la idea de sentarme por más de dos horasa ver dibujos animados. Gracias a Dios vencí el prejuicio. La princesa Mononoke es una cinta totalmente diferente a Porco Rosso. Quizá es más fantasiosa, pero te engancha rápido, pronto comienza la acción. Un joven huye de un ser parecido a una araña gigante, pero que recuerda a Venom, ese ser extraterrestre que se funde con el Hombre Araña. No se espanten, no hay mezcla con Marvel. Aquí se trata de un asunto de espíritus y demonios, los llaman dioses, pero para la cultura occidental no tendrían ese rango. La historia es un viaje del héroe que no abandona el territorio de Japón. Por momentos los dibujos recuerdan el arte de la cultura huixarica (huichol). Hay un espíritu del bosque, una especie de Dios padre con apariencia de ciervo, pero también hay espíritus protectores con forma de lobo y jabalí. Además hay otros seres pequeños que habitan el bosque y que son característicos de un ecosistema sano.
El universo de la cinta es complejo pero nunca confuso. Lo único extraño es el comportamiento y las motivaciones humanas. No se trata de que sean raras, son las mismas que utilizamos en la vida real y son absurdas. El sinsentido queda subrayado con el ambiente onírico del filme. 
Para los niños es una aventura llena de imaginación; para los adultos, además de la acción, hay un claro mensaje ecologista con énfasis en el asunto armamentista. Pero no se trata de un adoctrinamiento burdo, la película sabe avanzar con ligereza y nunca pierde de vista la trama principal. La historia estuvo a punto de sacarme las lágrimas pues tiene momentos muy conmovedores.
A pesar de tratarse de seres mitológicos (animales que piensan y hablan), logran crear empatía y por momentos dan ganas de que acaben con todos los humanos. La historia aunque se acerca a la tragedia, sabe complacer a la audiencia con un final feliz que no cae en la boda y en el "vivieron felices para siempre". 
La última frase de la cinta es demoledora, pero está puesta en la boca de un personaje cabrón y por ello permite varias interpretaciones. Ver esta película es una muy grata experiencia, que invita a revisar nuestro comportamiento como especie.
Si al terminar el filme no reflexionas sobre la tecnología, la sobrepoblación y el cuidado del planeta, la humanidad está perdida. Las maquinas no son capaces de crear armonía ni construyen nuestra seguridad o felicidad. El humano inventa cosas sólo para mantenerse ocupado, su creaciones no significan ningún avance en cuanto a la armonía o respeto entre personas. Ya ni hablar del trato que damos a los animales y el daño al medio ambiente. 
De nada sirve tener un mejor coche o televisor si no sabemos convivir o si sirven para crear conflictos. De nada sirve viajar al espacio, porque nuestra vida diaria sigue llena de malentendidos y disgustos. De nada sirve tanta población, si cada vez somos animales más conflictivos y devastadores. (Ab.)
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