All the Bright Places - Brett Haley (2020)

Violet y Finch está en Netflix. Jessica Alba debe reír a carcajadas cada vez que alguna rubiecita adolescente pretende filmar bajo el agua en bikini y convertirse en el nuevo símbolo sexual. Aunque no recuerdo cuál era el nombre de la película (Into the Blue 2005) en que ella marcó la mente de millones de hombres y algunas mujeres alrededor del mundo, lo cierto es que nadie ha podido superarla. Eso sólo para decir que Elle Fanning, aunque tiene buena figura, hace el ridículo en sus tomas bajo el agua porque no tiene la sonrisa ni la personalidad ni la gracia ni las curvas de Jessica. En fin, la historia de esta película tiene una sola cosa a favor: toca el tema del suicidio y las enfermedades mentales sin convertirse en un drama insufrible. Fuera de eso no hay mucho que decir. Un adolescente, con algún trastorno mental no identificado y una historia familiar compleja, rescata a la niña guapa del cuento que está de pie sobre un puente pensando en saltar. La rubia consideró el suicidio porque tiene depresión a causa de la muerte de su hermana en un accidente de tránsito. El chico conoce a la rubia e insiste en sacarla del malestar mental mientras él lucha con el propio. 
La película falla miserablemente porque lo único que tiene que lograr es que creamos que sus protagonistas, Violet y Finch, están enamorados y no lo consigue. Justice Smith pone toda la carne en el asador y después se rinde. Es evidente y triste que Miss Fanning jamás ha estado enamorada y va con desventaja porque no sabe fingirlo. Sonríe mucho pero sin sentimiento. 
La actuación de la rubia es tan mala, que las dos o tres escenas de la amiga Amanda (Virginia Gardner) son suficientes para opacarla. Incluso la hermana de Fitch, Alexandra Shipp, es mil veces más interesante. Pero hay otros dos actores que hacen el ridículo Keegan-Michael Key, el consejero escolar, y Luke Wilson, padre de Violet. De pena ajena los dos.
La película recurre a locaciones para hacernos sentir que los viajes que comparten Violet y Finch los unen emocionalmente pero falla de nuevo. Yo he tenido idas al cine más románticas e interesantes que los trayectos de carretera de este par de adolescentes. No convencen a nadie de que están enamorados. Es más, creo que se daban asco.
Sin la posibilidad de suspirar por el amor, la película se desmorona y cae en ridiculeces, por ejemplo, olvidar que los jóvenes usan teléfono celular y pueden llamar a casa o que el papá de la güera salga a gritar al novio que se vaya de allí. ¿Es en serio? No son los setenta. 
Cuando la muerte hace su trabajo y resuelve el asunto, uno agradece que la película esté cerca de concluir porque el director no aceptó cortar veinte minutos en la edición. Respiré aliviado al ver el funeral, pero tuve que soplarme cinco minutos más de pura melcocha idiota que no viene al caso. (Ab.)
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