Limelight - Charles Chaplin (1952)

Candilejas es el testamento de Chaplin. En ella recoge todo lo que aprendió en la vida, se despide del público y nos regala su filosofía y su música. Es extraño verlo sin su personaje de siempre, sin su bigote, junto Buster Keaton, dejando el espacio abierto para otros, para los nuevos. El público es un monstruo extraño. La vida no tiene un significado, la vida son ganas.  El mundo es un escenario. Parece que Chaplin veía desesperado a la gente joven venirse abajo sin otro motivo que la tristeza. Encontrando pretextos para dejar de hacer. Sumidos en los pensamientos ridículos. Él quería más tiempo, estaba lleno de ideas y se sentía aislado, lejos de todos, intentando conectar a través de su talento. 

Candilejas está llena de los pensamientos de Chaplin, de su música y su genio. Quizá incluso de sus gustos personales. Los números de ballet no son de mi agrado, pero están allí. Chaplin comparte su visión, lo que le hubiera gustado hacer, lo que quería que entendiéramos y apreciáramos.

Lo siento, soy parte de la chusma, la idea no me entusiasma. Quizá incluso está todo puesto allí para que se sienta incómodo, para hacernos saber que el público ingrato  somos nosotros mismos.  Los que ya no reímos con sus actos de pulgas, somos nosotros. 

Entre líneas, me parece leer que entre ser perro y ser pulga, es mejor ser perro. Las pulgas son el precio que hay que pagar por ser perro. Los perros no quieren ser pulgas. Hay algunos que prefieren ser pulgas y tener la vida resuelta. Lo quieren todo fácil. Una vida sin dolor, no es una vida real. El dolor es parte de la vida, parte del encanto de estar vivo. 

No sé que tiene Candilejas, no lo sé explicar. A pesar de su aroma cursi y de la historia de amor imposible, hay una bofetada y una sabiduría que me parece necesario recuperar. Si no la han visto, véanla. Si ya la vieron, quizá sea buena idea verla otra vez. (Ab.)