The Boy Who Harnessed the Wind - Chiwetel Ejiofor (2019)
El niño que domó el viento es una de esas películas super predecibles de superación personal en las que el niño pobre debe desafiar la autoridad de su padre para lograr el cambio que saque a toda la comunidad de la pésima situación que atraviesa. Para colmo está basada en una historia real. Por estar ambientada en Africa, en un país llamado Malaui, sin costa, con fronteras con Tanzania, Mozambique y Zambia, no pude evitar pensar en el Rey León. Pero más dramática, porque el niño nunca será rey. La historia es la del William, hijo de campesinos que recibe su uniforme para asistir a la escuela. Sin embargo, su padre, Trywell, no ha pagado la colegiatura y no sabe si podrá pagarla. En la zona dependen de las ganancias de la cosecha y sin el pago, Will será expulsado. Una empresa tabacalera está comprando, a los campesinos, los árboles por poco dinero. Talar los árboles significa la posibilidad de inundaciones. La gente no tiene dinero y acepta deforestar. Las lluvias llegan y las cosechas son muy pobres. Aunque Trywell conservó sus árboles, sus cultivos apenas dan para comer. William piensa que puede generar electricidad con energía eólica y con ello echar a andar una bomba hidráulica que les permita dos cultivos al año.
Aunque predecible, el filme fluye ligero, el drama nunca aturde, nunca dudas de que el niño lograra su objetivo y los problemas se resuelven dentro de una lógica precaria. Es entretenido y la fotografía tiene momentos muy bien logrados. Aunque no compro que con sacar agua del pozo el pueblo prospere, entiendo que no me van a explicar cada detalle.
Me gustó y aplaudí que Chiwetel Ejiofor busque sus raíces africanas y que el cristianismo fuera silenciado por la tradición africana. También disfruté la decisión que toma la hermana de William y el regaño de la mamá a su esposo por dejarlas solas.
Pero sobre todo, me parece maravilloso que el filme muestre con sobriedad que la educación debe servir a metas concretas. Es decir, es más fácil estudiar y aprender aquello que necesito utilizar, que adquirir conocimientos sin una meta en mente. Tan sólo por ese mensaje, la película merece ser vista.
Es un filme lleno de lugares comunes, pero la buena vibra termina ganando. Pasé un buen rato y no creo que te aburras un domingo en el sillón con este filme que encuentras en Netflix. Por cierto, el perro amarillo se roba la película. (Ab.)
Si te gustó esta reseña eólica, ábrele camino hasta un estudiante.
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