Honeyland - Tamara Kotevska & Ljubomir Stefanov (2019)

HONEYLAND evadió el golpe asesino de la traducción en México y conservó su título bucólico. Esta maravillosa cinta de fotografía apantallante estuvo nominada a mejor documental y a mejor película extranjera en los premios Oscar, por desgracia, no ganó nada. Supongo que es un filme que incomoda a mucha gente y por eso fue castigada. La película retrata la vida de Hatidze, una apicultora en Macedonia, que conoce su chamba y tiene un vínculo afectivo con las abejas. Ella realiza su trabajo con respeto y obtiene el beneficio de la miel sin causar daño. No se trata de que la protagonista sea una santa, aunque cuida de su madre enferma, es una mujer hecha y derecha que sabe negociar, conoce el precio de las cosas, resiente la soledad y cuida su apariencia física. El orgullo que siente por su trabajo no la aísla. Su personalidad serena se filtra en cada gesto. Su tranquila rutina se ve interrumpida por la llegada de una familia ruidosa de turcos que se convierten en sus vecinos. Esa familia cuida ganado; pero, de la noche a la mañana, deciden también apostar por la apicultura. Ella los ayuda y aconseja porque disfruta de la compañía de los niños. Ellos simplemente no saben vivir.
No voy a mentir, la película me hizo rabiar. Me daban ganas de despachar al otro mundo a los nuevos vecinos, cuando menos al padre. La familia que llega, aunque con bienes materiales, vive una miseria mental que pudre todo lo que toca. Uno de los hijos establece un lazo con Hatidze y ella intenta educarlo. Ese hijo habla con su padre, pero no es escuchado. La vida familiar no permite que el niño rompa el círculo vicioso.
Hatidze puede no tener bienes materiales pero su pobreza no la define. Su mente está sana y vive sin estar atrapada en el ciclo consumista. Ella es dueña de su alma, no sufre sus circunstancias. En contraste, la familia turca, a pesar de tener muchas cosas, vive en la miseria porque cree necesitar más. La ignorancia del jefe de familia sólo hace más insoportable la situación. El tipo es violento, torpe, engreído y ambicioso. Sus defectos superan sus ganas de trabajar. Su personalidad causa daño y dolor a su familia y sus vacas, la codicia lo controla y lo destruye.
En algún libro leí o quizá alguien me dejo: cuando pase algo malo, nunca hay que perder el control, basta pensar, "esto también pasará". Ese parece ser el estado mental de la protagonista, aunque por momentos se molesta, confía en su serenidad.
La película es una crítica al mundo capitalista y a la tonta idea de que los bienes naturales sobre la Tierra son inagotables. El control natal es una herramienta básica del progreso. Los humanos podemos comportarnos como plaga, eso es evidente, o podemos actuar responsablemente. 
La pobreza y la miseria son cosas diferentes. Son monstruos de distinta especie. La pobreza es económica, la miseria es mental. La miseria no se cura con un poco de dinero. Muchos creen que no se puede ser feliz sin bienes materiales, se equivocan. La felicidad es un estado mental que no tiene relación con cuántos hijos tienes, dónde vives o cuánto ganas. Esos parámetros de felicidad son falsos. Tristemente, son más los que creen en esos mitos y son controlados por ellos. 
¿Todos los humanos son inteligentes? ¿Todos los humanos merecen vivir? ¿Es necesario o conveniente que seamos tantos? ¿Los humanos se adaptan a todo? Yo creo que no. No estamos dispuestos a adaptarnos. Por eso destruimos el entorno natural para crear uno artificial. El equilibrio está roto y no estamos trabajando en recuperarlo. A este paso, la extinción no queda tan lejos. Quien siembra vientos, cosecha tempestades. (Ab.)

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