37 sekanzu - Hikari (2019)

Cumpliendo con mi tarea de ver una película japonesa por semana y para no atiborrarlos de filmes del genio Akira Kurosawa, busqué en Netflix y encontré 37 segundos. La sinopsis dice: 37 segundos sin oxígeno cambiaron su vida. Pero está lista para recuperar el tiempo perdido y crear su propio mundo. Otro resumen señala: Sofocada por la sociedad y las obligaciones familiares, una artista de manga se embarca en una peculiar aventura en busca de la libertad sexual y la liberación personal. Ambas descripciones suenan aburridas y tediosas. Quizá la primera es un poco mejor. Sin embargo, el filme engancha muy pronto con su fotografía luminosa, música suave, producción minimalista y un desnudo cotidiano que se aleja del morbo. Comenzaré con la historia: Yuma Takada es una joven japonesa de 23 años con parálisis cerebral que tiene gran talento para dibujar historietas (manga). Vive con su sobreprotectora madre y trabaja para una chica guapa que se hace pasar por la autora de su trabajo. Yuma, a diferencia de Harley Quinn, busca su emancipación. De modo que hará su viaje del héroe y volverá a casa cuando haya descubierto su pasado y se sienta segura de sí misma. Sí, resumido y sin spoilers suena terrible. Pero la película vale mucho la pena.
Jamás trata con condescendencia a su protagonista. Le permite sufrir lo necesario y gozar lo mínimo posible. Hace evidente su marginación pero la dota de buena suerte. Si jamás has pisado Japón, es posible que pienses que su buena estrella es excesiva. Confía en mi palabra, no es así. Los japoneses son gente super amable. Incluso señoras con hijos se tomaron el tiempo de acompañarme hasta mi destino cuando estaba perdido.
La película es fascinante, no sólo por lo que muestra del Japón de hoy, también porque su protagonista es una mujer psicológicamente sana. Sus limitaciones físicas no son obstáculo para sentir deseo sexual y ganas de experimentar.  Tampoco son pretexto para tirarse al drama. Claro que la buena infraestructura de transporte de su país ayuda, pero ella jamas se detiene a lamerse las heridas y mantiene la mente abierta.
Lo más difícil de ver esta película es aceptar que vivo en México y que el país se niega a copiar el modelo japonés. Lo mejor es la sobriedad con que logra conmover y el llanto limpio de la madre de Yuma. Aunque con breves guiños al drama de telenovela, 37 segundos jamás pierde el rumbo.
El final feliz evita el sexo y la boda. Jamás pretende decir que Yuma es normal, ni que no quisiera serlo. Es casi santa, pero una santa que no tiene miedo de dormir y viajar con un extraño. Esta chica es una samurai. Ella fluye y la película grita: Vive y deja vivir. Disability is a state of mind. (Ab.)
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