Las facultades - Eloisa Solaas (2019)

Las facultades es un filme argentino que retrata los exámenes orales finales de los estudiantes de las facultades de cine, arquitectura, filosofía, derecho, música, ciencias penales, botánica, medicina y alguna otra que olvido. Aunque al principio parece que no hay relación entre las distintas materias, pronto aparece un patrón, el esquema vertical de la transmisión del conocimiento, una estructura de poder poco amigable que dificulta el aprendizaje. Esa perspectiva es interesante y muestra la pereza de estudiantes y maestros, pero resulta más interesante descubrir las razones detrás de que los estudiantes estudien sin aprender y no dominen sus temas. Evidentemente no todos  los examinados tienen el mismo nivel de conocimiento. Es fácil reconocer a quiénes ya han asimilado su materia y a quiénes, como yo fui, son estudiantes que no sienten la utilidad practica de las cosas que aprenden. Es decir, algunos identificamos la utilidad práctica con obtener un trabajo y recibir un pago, pero eso no te hace mejor o peor profesionista. Lo importante, además de entender el servicio que se prestará y lo qué se pone en juego, es  entender la naturaleza y los mecanismos de la profesión que se aprende. La mayoría de los estudiantes del filme está en la superficie y lucha con la lógica de los procesos porque la sienten ajena, oscura y fría. Las preguntas les parecen exageradas o extrañas porque todavía no son capaces de ver dónde comienza el proceso, cómo se llegó a ese punto, hacia dónde se dirige, las razones por las que  funciona en esa manera, con ese orden y no con otro. El conocimiento todavía pertenece al libro, no se ha incorporado como parte de sus personas. Es un saber ajeno, nunca utilizado, memorizado para el examen y, por lo tanto, no pueden expresarse con claridad. Recuerdo un dicho que se atribuye a Albert Einstein: No entiendes realmente algo a menos que seas capaz de explicárselo a tu abuela. La expresión marca la distancia entre los que saben y los que no. Pero de cualquier modo son estudiantes que nunca han puesto en práctica su saber.
Otra asunto muy notorio es que no todas las materias pueden enseñarse desde el contacto directo con la realidad. Es decir, los exámenes prácticos de medicina y botánica analizan casos reales, ven plantas y radiografías. Eso no sucede en el caso del derecho o la arquitectura. En esas materias, el contacto es a través de simulacros y maquetas intrascendentes. 
No sé suficiente de medicina o arquitectura para opinar sobre los exámenes, pero sí de derecho. El caso penal fue presentado y examinado de modo deficiente, tanto la fiscalía como los defensores estaban perdidos en detalles sin importancia. El maestro se desesperó y dejó a los alumnos en el error. Me quedó la sensación de que el profesor piensa que la vida asumirá la responsabilidad de corregirlos.
Otro detalle curioso fue que los que mejor respondían pertenecían a campos teóricos, los estudiantes de materias prácticas daban la impresión de estar desorientados, llenos de dudas. Con base en lo visto en el filme, el futuro está podrido porque nadie estudia o, quizá, porque nadie tiene en mente una meta mientras lo hace. 
Después de ver esta cinta, me parece recomendable ver el filme El niño que domó el viento (2019). Esa cinta es un ejemplo de cómo deberían funcionar las universidades. No se trata de que te den un montón de conocimientos que no necesitas, se trata de permitirte el acceso a los conocimientos necesarios para lograr tu meta. 
Al final, la cinta nos deja con el dato curioso de que no existe el Premio Nobel de Economía y la incómoda sensación de que las teorías económicas son el gran engaño del que nadie escapa. Interesante de principio a fin, el filme golpea los cimientos de la educación para mostrar sus yerros. (Ab.)

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