Reina Cristina es un filme interesante, de esos que logran transmitir su mensaje a pesar de sus fallas. La Reina Cristina de Suecia es un personaje real que vivió de 1626 a 1689 y que abdicó al trono de su país. Como era una mujer culta que patrocinaba las artes conoció a René Descartes, este simple detalle fue suficiente para que me diera curiosidad el filme. El personaje pasó de ser protestante luterana a una católica. Los motivos de esa decisión son otro elemento de interés. En resumen, la película se inspira en un personaje femenino histórico que encarna a la mujer poderosa y libre mucho antes de que naciera Simone de Beauvoir.
La sexualidad de la reina es cuestionada por no tener un rey y no tener un heredero y eso lo aprovecha muy bien la película para incluir un romance con una de sus damas de honor. Esta aventura amorosa está hecha con mucho cuidado y tiene líneas muy buenas, por ejemplo: el momento en que la reina explica que sabe hacer muchas cosas pero no sabe poner sus labios sobre los de su amada.
Esta película cuenta con ropa maravillosa. Quién me conoce sabe que no me distingue mi buen gusto al vestir y sin embargo, hay unos abrigos y unos sombreros que no me molestaría tener.
El mensaje es repetido varias veces: para ser lo que quieres ser, es necesario olvidar lo que te enseñaron y aprender por tu cuenta lo necesario. Ese mensaje es poderoso y el personaje principal es el vivo ejemplo de tal idea.
A pesar de los aciertos del filme, el punto debil son las actuaciones. Malin Buska tiene varios momentos flojos y Sarah Gadon la opaca sin hacer gran esfuerzo. Lo mismo le sucede a Michael Nyqvist que es superado por Patrick Bauchau.
Lo mejor de la cinta es que aprendes de historia y viajas sin salir de casa, puedes verla en Netflix. Me hizo revisar qué tanto de lo que vi en pantalla fue cierto y me sorprendió saber que Descartes era un hombre movido que murió envenenado en Suecia. Vale la pena. (Ab.)
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