Le charme discret de la bourgeoisie - Luis Buñuel (1972)
El discreto encanto de la burguesía es un filme impredecible, un trabajo inteligente y maduro, que ganó premios en 1972, 1973 y 1974, entre ellos un Oscar. Tratar de explicar esta cinta es una tarea complicada. Hay mucha crítica social y política, algunas partes oníricas y humor de un tono especial. La única constante durante la película, además de los personajes centrales, es que nada concluye de manera convencional. Por lo que refiere a la crítica del mundo occidental es posible decir que muestra cómo funcionan las super estructuras para mantener a los poderosos en el poder a pesar de sí mismos. Por ejemplo, los europeos se dan el lujo de señalar los defectos de un país latinoamericano inexistente y censuran al embajador pero no por ello dejan de hacer negocios turbios con él ni de invitarlo a todas las reuniones.
La película requiere la participación del espectador. Hay varias escenas en las que es imposible escuchar las razones para incumplir la ley, ello invita a que cada uno llene ese espacio en blanco con su propia experiencia. En otros momentos nos obliga a interpretar los sueños como señales de lo que sucederá a continuación.
Otra genialidad del filme es que el representante de la Iglesia católica se confronta con su pasado y actúa sin traicionar su investidura ni su naturaleza humana. Es decir, no cae en lo políticamente correcto para dejarnos satisfechos sino para hacernos sentir ridículos.
La frivolidad de los personajes y su gracia para entrar y salir de cada situación construyen ese discreto encanto al que se refiere el título. Sin importar lo que suceda, ellos caen de pie y organizan un nuevo banquete.
El guión desafía la construcción tradicional y al hacerlo construye el verdadero filme surrealista. No es un corto como El perro andaluz (1929), es un filme que permite una lectura clara y que muestra el dominio del tema sin la mano peluda de Salvadora Dalí.
Mención especial merece la elegancia del vestuario. Revisando la ficha técnica descubro que la responsable es Jacqueline Guyot. Esta señora se merecía un premio bien grande. Ojalá hoy se diseñaran cosas así. Evidentemente la percha cuenta, pero incluso la ama de llaves del niño que es llevado al colegio militar, un rol secundario, casi un extra, con apenas unos segundos en pantalla, muestra un garbo envidiable y la ropa le ajusta perfecta.
En ocasiones me siento bobo por estar viendo cine que debí haber visto hace años. Sin embargo, creo que verlo ahora me hace apreciarlo mejor. Quizá si lo hubiera visto antes, no hubiera sido capaz de entender y valorar el trabajo de estos artistas. Supongo que nunca es demasiado tarde para ver una buena película. (Ab.)
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