Zimna wojna - Pawel Pawlikowski (2018)
De la 65 Muestra Internacional de Cine, ésta es la única película que me faltaba ver. Es decir que desde noviembre del año pasado tenía ganas de ver Guerra Fría y desde entonces sólo había escuchado comentarios positivos. Al ver el corto descubres que está filmada en blanco y negro, escuchas música maravillosa y percibes que se trata de una historia de amor entre una cantante y un músico. La actriz es una rubia muy guapa de nombre Joanna Kulig y el galán es Tomasz Kot. Tanto escuchar que Cold War es una obra maestra, afectó mi percepción y voy a confesar que me quedé dormido más de una vez. Eso es rarísimo, más cuando la película es breve, no dura hora y media, y sin embargo... Cuando terminó me quedé desconcertado. Me dormí seis o sietes veces pero no más de tres segundos en cada ocasión. En total, no me perdí ni un minuto. Aun así sentí vergüenza. ¿Esta es la obra maestra que el mundo ha estado alabando? ¿Cómo pude aburrirme? Tuve que luchar con todas mis fuerzas por mantenerme despierto.
Al salir del cine, me puse a buscar reseñas y la apreciación unánime es que se trata de una película magnífica. Confirmo que la fotografía es excelente, hay algunas escenas estupendas, tiene sentido del humor, la música es poderosa, la voz es sexy y cariñosa, los personajes tienen personalidad. Los halagos están fundamentados, pero no sentí nada. Ni modo, aceptaré que no tengo corazón.
La historia me pareció simplona. Un tipo encargado de formar un coro de música tradicional audiciona a una joven y se enamora. La integra al grupo y comienzan un romance. Hacen el compromiso de escapar juntos de Polonia y ella no cumple su parte. Se separan, se buscan, se encuentran, se juntan, se separan, bla, bla, bla. La historia de Europa interviene en su relación.
Total que mi corazón está muerto, está de vacaciones, se durmió, está en coma o algo semejante. He visto los dos cortos de nuevo y además una escena completa. Nada. No me transmite, no me habla. Me parece la clásica película francesa de amor tormentoso, pero sin violencia. Reconozco que está bien realizada, pero mi cerebro no da para descubrir qué es lo conmovedor de este filme.
Háganme un favor, vayan a verla y me cuentan si les hizo sentir algo. Yo pienso que, al igual que con Roma de Cuarón, la gente ve la fotografía en blanco y negro y se impresiona, ve la reconstrucción del pasado y siente nostalgia, ve una mirada potente y queda cautivada.
Para mí eso no basta. Necesito una historia que me interese, que me haga pensar en algo más que los orígenes del ballet folklórico de Amalia Hernández y las herencias burocráticas del comunismo.
Necesito algo con una pizca de rabia, con filosofía, con astucia. Estos filmes de receta me parecen sin alma. Los méritos técnicos, por sorprendentes que sean, no me convencen de que un filme es bueno. Avatar (2009) de James Cameron ganó todo y nunca volví a verla. Reitero, si ven Guerra Fría y les gusta, no sean malos, me explican qué es eso tan maravilloso que me perdí. (Ab.)
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