Viskningar och rop - Ingmar Bergman (1972)
Gritos y susurros comienza lentamente en un jardín, casi un bosque en el que la niebla y la luz del atardecer impiden ver con claridad. Esa cortina es un gruesa capa de confusión que aísla y protege a los personajes. La niebla es el estado mental de las mujeres protagonistas. La historia revisa los últimos días de vida de Agnes, una mujer rica que vive en un castillo y que es atendida por una sirviente de nombre Anna. Esta mucama es una mujer de buen corazón que perdió una hija y que suple la ausencia de su hija mediante su relación con la patrona. Las hermanas de Agnes han acudido a ayudar, a esperar la muerte de su hermana y a repartir la herencia. Agnes está enferma de muerte, sólo intenta recordar lo bello de la vida; Karin siempre ha sido celosa y despreciada, su conducta es hostil; y María se ha vuelto superficial y arrogante, se comporta seductoramente incluso con Karin. Las tres hermanas tienen secretos y comparten la imposibilidad de comunicarse. El filme nos permite asomarnos a los pensamientos de cada una de ellas, a sus miedos, deseos e inseguridades.
La película se va metiendo en la piel, incomoda y revienta con sonidos. Los gritos de la mujer que agoniza debieron inspirar el sonido de El exorcista (1973). Los molestos murmullos empujan hacia la paranoia.
Para mí, la película se condensa en una escena mágica. María, la más guapa y superficial de las hermanas recuerda un encuentro amoroso con un médico. Él le dice que nota en su rostro las señales del descontento y la indiferencia. La cámara cierra la toma y vemos sus rostros mirar fijamente a la cámara. Ella no cambia su actitud, recibe el análisis orgullosa y pregunta burlona: ¿Todo eso ves? El doctor responde: No, pero lo siento. Ella contraataca: ¿No estarás hablando de ti? Siempre me han aburrido tus teorías. La toma se abre y los vemos besarse.
Nadie está hecho para soportar un análisis minucioso de su existencia. Nadie puede decir que carece de defectos. Todos somos egoístas y todos tenemos secretos. Nadie se acerca al ideal cristiano de bondad en pensamiento, palabra, obra y omisión. De cualquier modo, seguimos así y disfrutamos de nuestra vida.
El miedo a la muerte es algo que nunca he entendido. La muerte es el destino de todos los seres vivos. ¿Por qué temer algo que no puedes evitar? A mi me da miedo la enfermedad y el dolor. La muerte es nuestra última aliada. La que vendrá a librarnos de todos nuestros errores, el mejor regalo. Sin embargo, no es así para Bergman. El alma se queda y por eso este filme me contagió el horror de la muerta y de los vivos. Existir es para las tres mujeres, estar aquí soportando la red de mentiras, torciendo el alma un día más como si fuera una sentencia.
No imagino nada más aterrador que una vida rodeado de sirvientes. No imagino una vida de tanto lujo y tanta presión social. No imagino la soledad de estar recluido en un castillo en una habitación tan roja como un la carne, como la sangre como el útero en que me forme. No tengo que imaginar nada de eso, Bergman me encerró allí por hora y media.
Nadie está dispuesto a escuchar la verdad. Si la dices no cambiará nada. Somos seres cerrados, programados en un momento temprano de nuestras vidas y defendemos esa programación contra todo, incluso contra nosotros mismos. Aunque por dentro estallemos en Gritos y susurros. Si no la han visto, tienen que verla. (Ab.)
El miedo a la muerte es algo que nunca he entendido. La muerte es el destino de todos los seres vivos. ¿Por qué temer algo que no puedes evitar? A mi me da miedo la enfermedad y el dolor. La muerte es nuestra última aliada. La que vendrá a librarnos de todos nuestros errores, el mejor regalo. Sin embargo, no es así para Bergman. El alma se queda y por eso este filme me contagió el horror de la muerta y de los vivos. Existir es para las tres mujeres, estar aquí soportando la red de mentiras, torciendo el alma un día más como si fuera una sentencia.
No imagino nada más aterrador que una vida rodeado de sirvientes. No imagino una vida de tanto lujo y tanta presión social. No imagino la soledad de estar recluido en un castillo en una habitación tan roja como un la carne, como la sangre como el útero en que me forme. No tengo que imaginar nada de eso, Bergman me encerró allí por hora y media.
Nadie está dispuesto a escuchar la verdad. Si la dices no cambiará nada. Somos seres cerrados, programados en un momento temprano de nuestras vidas y defendemos esa programación contra todo, incluso contra nosotros mismos. Aunque por dentro estallemos en Gritos y susurros. Si no la han visto, tienen que verla. (Ab.)
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