El ángel exterminador - Luis Buñuel (1962)

Para bajarme de la ola por los premios Oscar, me decidí a ver un pendiente del que había oído hablar mucho. El título es ya un buen augurio. Me empujaba a pensar que una intervención divina haría justicia en la Tierra y eliminaría a las manzanas podridas, me incluyo en ellas. Todos los justos vivirían en paz. Nada parecido, la película no trata de eso.  La historia es que, después de asistir a la ópera, una pareja rica invita a sus conocidos a cenar a su mansión. La servidumbre, excepto el mayordomo interpretado por Claudio Brook, huye de la casa dejando todo listo para el banquete. Los invitados cenan y después nadie quiere irse. No pueden salir de la habitación que ocupan y todo comienza a ir de mal en peor.

No creo que haya una sola interpretación correcta para este filme. Me parece que se presta a muchas interpretaciones y que durante su desarrollo vas cambiando de opinión. En otras palabras, te pone a pensar y no te suelta. Claro que hay referencias religiosas, pero nunca hay una intervención divina. 

La crítica social es evidente: los ricos no son distintos de los pobres; la ropa no dice nada de la esencia de una persona; los ricos requieren de los pobres; la riqueza no implica inteligencia, cordura, buen gusto o superioridad.

¿Qué quiso decir Buñuel? Ese es el acierto, la película cierra, no se casa con nada. Las repeticiones parciales de escenas dan la idea de que la historia se cuenta en una realidad alterada que se parece a la de un sueño. ¿Surrealista?

Los alegres corderos que acuden al rescate de los humanos y el oso "mansito" parecen apoyar la idea de que la única bestia realmente peligrosa es el hombre. Lo que más disfruté fue estar enganchado, entre fascinado y molesto, imaginando soluciones y haciendo teorías sin poder adivinar el final. A pesar de su edad, casi sesenta años, permanece joven por eso es un clásico. (Ab.)