Errementari - Paul Urkijo Alijo (2017)

Con pretexto del Halloween y el Día de Muertos, Netflix nos trae El Herrero y el Diablo. Se trata de un cuento de fantasía diabólica ubicado en el País Vasco. La película comienza con un fusilamiento. Pasado un minuto, uno de los tres fusilados se levanta enterito, golpea y mata a los soldados mientras entre la niebla se ve la silueta de un demonio correr. Más tarde descubrirás que el resucitado es un herrero que vive recluido en su fragua, en un predio inaccesible, rodeado de crucifijos, trampas y de puntas de hierro. Por otra parte vemos a una niña con el rostro quemado que juega sola en el bosque y es molestada por par de chamacos nefastos. La niña es dura y se defiende aunque está en desventaja. La gente del pueblo está en misa, no parece que se concentre pero cumple con asistir. El cliché indica que los habitantes de Euskadi son fuertes, hoscos, cerrados y muy católicos (algo hay de cierto). Terminada la misa, los pueblerinos buscan a los niños ausentes e intentan corregirlos con un poco de maltrato físico. A la taberna del pueblo llega un representante del gobierno, se trata de un fuereño que extrañamente habla Euskera y que trae orden de revisar el predio del herrero. La gente teme al herrero, dicen que está loco, que mató a su esposa, que en la noche se oyen gritos y lamentos en su propiedad y que el diablo vive por allí. El recién llegado recibe el consejo de no acercarse, pero no es disuadido y ofrece dinero a cambio de ayuda. Al saber que hay oro involucrado, los lugareños cambian de idea y deciden involucrarse. El relato avanza un poco lento y será sólo después de la mitad que sepamos como se enganchan las tres historias en una sola. 
El diablo del título no es Satanás, es Sartael, un demonio de bajo calibre que debía llevar al herrero al infierno pero que terminó preso. No sé si piensan igual que yo, pero cuando veo una película en la que aparece el diablo, espero que éste sea salvaje e imponente, su sola presencia me debe impresionar. Eso falla en este caso, mientras sólo son sombras y siluetas, el demonio es creíble. Después da un poco de pena, es un diablo flaco y chaparrón y, aunque hay una razón para ello, Sartael decepciona.

Otra cosa que falla es que el diablo puede tomar apariencia humana, pero en el momento en que más le conviene  hacerlo no lo recuerda. Tampoco brilla por su ingenio o su poder de convencimiento. En resumen es un diablo fracasado. 
Para cuando la película tomó fuerza, ya estaba desesperado, la terminé de ver por el morbo de descubrir los mitos del País Vasco. Por ejemplo: El hecho de que los demonios no pueden evitar contar garbanzos o que el sonido de una campana bendita los incapacita momentáneamente.
Es una buena historia, pero el armado es torpe y demasiado lento. Si esperas hasta el final quizá te parecerá divertida. Aunque no logra un gran impacto, es interesante. Además me gustó que Euskadi haga un cine propio, es un esfuerzo que los Estados de la Federación deberían imitar para generar una identidad fuerte. Vale la pena ver algo diferente. (Ab.)


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