Gilda - Charles Vidor (1946)
GILDA, en Max, cuenta la historia de Johnny, un gringo vago aficionado a los juegos de azar que, en Buenos Aires, tiene la oportunidad de convertirse en un buen empleado como jefe de un casino. Todo marcha bien, hasta que el patrón, Ballin, se ausenta y regresa con la recién adquirida esposa Gilda. Triangulo amoroso de telenovela porque el empleado y la esposa del patrón tienen un pasado. Pero está cinta es algo más. Fue la Barbie (2023) de 1946. Gilda (Rita Hayworth) es una femme fatale. Se casa con un millonario que apenas conoce y no está dispuesta a ser un ama de casa. Es curioso que las feministas no recuerden a esta mujer dueña de su sexualidad, que contrariaba a su marido y hacía lo que le daba la gana. Supongo que nadie pensó que fuera un buen ejemplo. Rita Hayworth logró mucha fama en este personaje, pero pasó al olvido hace tiempo. En los setentas escuchaba su nombre de vez en cuando, pero hoy existe una fobia a las películas en blanco y negro. La gente prefiere ver cualquier tontería de estreno que mirar una cinta del siglo pasado. Es lógico. Todo funciona así. Hay más gente visitando Disneylandia que las Pirámides de Egipto, hay más gente interesada en la esfera de Las Vegas que en el Museo de Pérgamo en Berlín. Visitar lo nuevo, lo tecnológico, sólo requiere pagar la entrada. Enfrentarse a lo viejo requiere poner a trabajar las neuronas y conocimientos previos para entender lo que se mira.
En el 90% de los estrenos hay ruido y música, colores y acción, rostros famosos, no es necesario encender el cerebro. Es lógico, es parte del proceso de desarrollo del criterio. Primero lo fácil y luego lo difícil. Pero hemos llegado al estancamiento. La mayor parte de lo que se presenta se conforma con ser entretener y ser un negocio, pero en ocasiones ni eso logran. Mirar de vez en cuando cintas con legado no debería ser tan difícil. Les propongo tres que me parecen fáciles de ver. La Diligencia (1939), Nosferatu (1922) y Sunset Blvd. (1950). Cada una pertenece a un género distinto. Cada una es valiosa por diferentes razones.
Aunque Gilda dejó su huella en el mundo, no creo que esté en la misma liga que las cintas antes recomendadas, pero es una fotografía de un momento importante. Se entiende que la Segunda Guerra Mundial apenas terminó y que algunos Nazis huyeron a Argentina. Eso es contexto, en el fondo hay una historia de amor que sólo conocemos por dicho de los personajes y se construye en nuestra imaginación.
Pero quizá más importante que el contexto o que la idea de amor que se cuela en la cinta, es la idea de lealtad. Entre vestidos elegantes, canciones, baile, apuestas, sobornos y mafias, lo importante es la lealtad. ¿Somos leales a las personas, a nuestros instintos o a los ideales? Gilda parece ser leal a sus deseos, pero dice ser leal al amor. Jonnhy dice ser leal al dinero, pero cuida a su patrón. Ballin compra personas, pero lucha por su libertad mientras resulta sometido por el deseo. Incluso el tío Pío, que se muestra cínico, resulta ser leal a Jonnhy.
Cuando eres joven sientes el amor por todo el cuerpo. No sabes qué es, no lo entiendes, sólo sabes qué quieres hacer con él. Si vives suficiente, esa sensación incontrolable pasa. El amor deja de ser ese impulso irresistible y tienes oportunidad de analizar y decidir qué significa. Quizá el amor está más en tus pantalones que en tu cabeza. El amor y la lealtad se parecen pero no son lo mismo. Morir por amor es fácil. ¿Qué dejarías de hacer por lealtad?
En The Shawshank Redemption (1994), también conocida como Sueños de libertad o Sueños de fuga, los reos miran esta cinta y se emocionan cuando Rita sacude su pelo. Algo tenía esta femme fatale que la hacía adorable. Dale una oportunidad a Gilda. (Ab.)
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