30 noches con mi ex - Adrián Suar (2022)


Supongo que con este filme me despido por un rato del cine argentino. Ya toqué fondo. Esto no es Argentina, 1985 (2022)  ni nada semejante. Sé que es una comedia, pero no hubo un sólo chiste que me hiciera reír.
 Parece filmada sin tener el guión completo ni el rumbo definido. Al peor estilo de los Derbez, el ridículo ligero y la incomodidad son el motor. Para ver a una mujer desagradable que me haga reír, prefiero ver cualquier capítulo de Vecinos en que aparezca Macaria. La historia es la de un hombre de más de 50, Turbo, que por petición de su hija acepta recibir a su ex, la Loba, en su casa 30 días. La Loba ha estado internada en una clínica psiquiátrica de lujo y tiene una pizca de esquizofrenia, o eso dicen. Su enfermedad se parece mucho a las ganas de joder. No intenta matar al marido, no intenta suicidarse, no roba, no agrede físicamente a nadie en la calle, sólo hace aquello que sea totalmente seguro y reparable para no recibir un madrazo, no sangrar y no pisar la cárcel. Seguramente, Adrián Suar intentó exorcizar alguna experiencia e hizo este filme para deducir impuestos.

¿Qué incentivo tiene un hombre para cuidar de una mujer que sólo aporta problemas? La justificación es la química de la pareja. Pero en pantalla, los actores lucen secos, inmutables, indiferentes. No hay chispa de deseo ni rastro de humedad, no hay odio ni amor. Cuando se tocan en el sofá, da tristeza. Se ven incómodos, como si fuera la primera vez que actuaran. Lo que trasmiten es una corrección política entre empleado y patrón. 

La situación de poder está invertida. Él debería exigir respeto y hacer valer su territorio. Sorpresa, ella manda, hace su tibia voluntad y todo le perdonan, no hay consecuencias. Para que esto fuera divertido se necesita un mínimo de verosimilitud, situaciones rudas, verdaderamente inaceptables que obligarán la reacción. Pero nada es creíble. La sexualidad desbordada de la Loba nunca aparece. Debería comerse tres Turbos y dos vecinos antes del desayuno. Pero les tembló la mano y no hay una sola escena de sexo. La Loba nunca luce sexy.

Por otra parte, aunque Turbo aparenta tener dinero de sobra, vive en un departamento, sin novia, sin amante ni servicio. Me parece extraño. ¿Es normal en Argentina? ¿Quién pagaba la clínica de la Loba? Si el dinero no es problema, Turbo pudo rentar un AirBnB y llevar allá a la loca, incluso pudo contratar una enfermera y mantener libre su casa para escapar. No, sólo somos testigos del aburrido choque de un idiota pusilánime con una tonta resentida y reprimida. 

Nada sé de psicología, pero la reunión por consejo de la terapeuta parece boba. Nadie echa 30 días de su vida por el caño para ayudar a alguien que no pone de su parte. Si al menos Turbo tuviera problemas de dinero y la Loba nadara en plata. Pero no es el caso. No vemos la razón para que sigan juntos, ella no hace el mínimo esfuerzo por "curarse". La terapeuta explica que todo fue muy positivo pero lo subraya porque nunca se muestra en pantalla. 

El personaje de la hija es el más verosímil. Quiere que ayuden a su madre pero no quiere la carga ni los daños. Se mantiene en la órbita más lejana a la Loba y apenas se acerca si está Turbo para amortiguar el golpe. Hay una venganza velada contra la ausencia paterna, pero eso no se explora. 

Por último, la historia del noviazgo no viene al caso. Si al menos se tratara de una pedida de mano, pero no. Es un novio intrascendente, una relación que puede terminar mañana. Quizá en papel la idea era buena pero la realización es muy decepcionante. Seguramente Omar Chaparro y Martha Higareda ya están planeando  copiar este bodrio. (Ab.)

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