Into the Woods - Rob Marshall (2014)
En el bosque es una buena película que tuvo la desgracia de ser musical y de ser muy clara en su mensaje. Primero la historia. Es un híbrido que conecta los cuentos de Caperucita Roja, La cenicienta, Juanito y los frijoles mágicos y Rapunzel, para crear un universo paralelo cuyo centro es el bosque del título. En este universo, una pareja de panaderos necesita conseguir una vaca blanca, un zapato amarillo, cabello color maíz y una caperuza roja, para que la malvada bruja les permita tener un hijo. Desde las primeras escenas hay música en clara advertencia de lo vendrá. El cuento conecta con lo real pero va y viene a conveniencia. Es decir, Caperucita es una morra malcriada y ratera que debió haber muerto en las entrañas del lobo; Rapunzel tiene encuentros cercanos del tipo XXX con su príncipe; la cenicienta acude tres noches seguidas al castillo para dejar al príncipe con ganas de más y después deja una pista para que pueda encontrarla; Juanito, Jack (me gusta más Jack) es el único realmente ingenuo y soporta a su loca madre que no quiere comerse una vaca vieja. La cuestión es que el filme escapa de la fantasía pero no del todo y esa indecisión es difícil de tragar.
Supongo que gracias a los chistes, incluso los niños saben que caperucita y el lobo no trata sobre el hambre y la escasez de alimentos. Pero aquí, el lobo pasa de ser un pederasta con mal gusto, a ser un lobo que deshidrata su comida para reducir su tamaño (proceso que debería patentar). Como dije antes, caperucita es odiosa y fea. ¿Ya vieron el rostro de Lilla Crawford? Pero de pronto, cabe con su abuela en el estómago del Lobo, sólo para que puedan ser rescatadas sin daño. Lo lógico es que el Lobo hubiera guardado a la abuela para tiempos de vacas flacas y se hubiera dado un banquete con la muchachita en cualquiera de las dos vías sugeridas por el cuento. No es el caso. ¿A dónde se fue el realismo? La fantasía va y viene a conveniencia y por eso este filme no termina de convencer.
Un ejemplo más claro es el hecho de que todo el mundo dice que el bosque es peligroso, oscuro y húmedo. Es decir, hay que evitarlo en la medida de los posible. ¿Dónde vive la abuela? ¿Donde busca Jack vender su vaca? ¿Dónde vive Rapunzel? ¿Por dónde se llega al castillo? ¿Dónde piensa el matrimonio panadero que encontrará un zapato amarillo? La doble moral, todo pasa en el bosque. Es como el centro de la CDMX. Allí están todos los productos, los museos y los placeres pero también el peligro. El Covid-19 se agazapa tras un puesto de revistas y los ladrones se comunican con radios para detectar a sus víctimas o avisarse de la presencia de sus enemigos.
El bosque y el pantano tienen árboles, pero cualquier rincón se convierte en un hotel de paso. La esposa del panadero tiene una aventura real y es castigada por ello. No sin antes quejarse de por qué carajos no puede tener al panadero y al amante. El mensaje es claro, los riesgos, la vida, el bosque, no están entre cuatro paredes. La vida es cambio permanente. Es necesario salir de casa para aprender y vivir. Todos culpan a otros de su mala suerte, pero aquí no hay inocentes, todos somos causa y efecto de las desgracias.
Quizá lo mejor de todo el filme es que la bruja, aunque desea ser una más, es una iluminada que no soporta el comportamiento infantiloide de los pueblerinos y la familia real. Ella vive, se equivoca y cambia de opinión sin sentir culpa, engaña a otros para que trabajen para ella, logra lo que quiere y descubre que la sociedad no tiene lo que ella busca.
Supongo que restregar en el rostro de los padres que no deben ser sobreprotectores con sus hijos porque si lo hacen serán unos miedosos atolondrados como ellos, no es la mejor estrategia comercial. De hecho, me sorprende que una película del Ratón Miguelito, se atreva a mostrar que tener un hijo es un capricho idiota. No es una interpretación mía. El filme es claro. El panadero se queja de que no tienen dinero, pero permite que la caperuza los robe con tal de su esposita sienta satisfecho el instinto materno. Solución: tener un hijo. Acaso los niños traen la torta bajo el brazo. Una torta dura un día.
Claro, eso sirve para que el padre sea responsable y se inscriba para siempre en la carrera de la rata de Robert Kiyosaki para cuidar al hijo. ¿Será suyo? El castigo perfecto por desear pendejadas. Por cierto, cenicienta prefiere vivir con el panadero que con el príncipe y no es por lo que esconde James Corden entre sus piernas, es por la libertad. Saludos a la difunta Lady Di. Quién vendió a Disney este producto es un genio. Mickey debe estar lavándose la cara con cloro mientras siente vergüenza por haber comprado algo contrario a sus intereses. Moraleja: Siempre hay otro más cabrón que tú. (Ab.)
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