Hakuchi - Akira Kurosawa (1951)
El idiota es una película de otros tiempos. Dura 2 horas y 46 minutos, es en blanco y negro, se basa en la novela de Fiódor Dostoyevski del mismo título y tiene muy poca acción. Además de ser un dramón, el único asesinato ni siquiera es visible. Debes haber decidido prestarle atención para que valga la pena, de otro modo te aburrirás. La historia es la de Kameda, un hombre que sufre algún tipo de epilepsia pero que dice a todos que se volvió loco al salvarse del fusilamiento, el indulto llegó sólo un instante antes de que fuera ejecutado. El tipo es rico, pero ni siquiera de eso está consciente y por eso todos se burlan. Se obsesiona con la mirada de Taeko Nasu, una mujer que descubre en una fotografía. Ella fue una niña abusada por su tutor y ahora es una mujer extraña de mala reputación. El abusador, Tohata, ofreció mucho dinero a un tercero, Kayama, para que se case con ella. Pero hay otro hombre interesado en ella, Akama, que ofrece más para que ella se quede con él. Total que la mujer ha enloquecido a varios y todos ellos hacen el ridículo ante un pueblo chismoso que no pierde detalle de las tonterías. Kameda, el idiota, también tiene su encanto, su mirada de borrego recién nacido enloquece a Taeko Nasu y a la joven Ayako que coquetea con él pero se siente insegura frente a Taeku. Sirve de fondo una Japón frío en el que la nieve se acumula y los carámbanos aparecen como lagrimas congeladas o cuchillos. La trama parece de una telenovela mala, pero brinda el pretexto para que el director haga varias tomas interesantes y llenas de significado, como la escena del puente en la que el enamorado Akama desaparece entre el vapor de la locomotora o una en la que el tranvía baña de nieve a Kameda.
La película sirve para revisar qué es el amor, qué es la locura y criticar el comportamiento impulsivo y pueblerino de la sociedad. Aquí toda noticia es motivo de intrigas y dramas. Me recordó mucho a Guadalajara (saludos).
Los humanos somos unos animales muy raros. Todo nos parece importante y nos obsesionamos con facilidad. Lo más absurdo de todo es que nos burlamos de los otros y los calificamos de locos, como si al hacerlo estuviéramos a salvo de la locura. Como si el germen de la locura no viviera desde siempre en cada cerebro.
Para mí es una locura esperar a que se ponga el siga en un cruce en el que no hay nadie, es una locura tener hijos, es una locura maquillarse y también es una locura pensar que el amor o la felicidad se pueden comprar. Sin embargo, todos los días veo a gente que se detiene ante una luz roja por minutos sin que haya nadie por cruzar. Todos los días nacen humanos. A diario la gente se maquilla y todos los días la gente compra algo con la esperanza de conseguir el amor de alguien o la felicidad.
No sólo eso, se encabronan cuando les dices que es estúpido respetar una luz como si fuera un dios. Son incapaces de reconocer que el semáforo está allí para ayudarnos a avanzar, no para detenernos. Del mismo modo en que yo soy incapaz de entender que su idea de orden implicar respetar un foco que carece de ojos e inteligencia.
Criticamos todo porque no tenemos tiempo de ponernos de acuerdo y porque la ciencia nos ha llevado a la locura de pensar que sólo una opinión es correcta. Gracias a dios, a la naturaleza no le importa que nos pongamos de acuerdo y a nosotros tampoco. Todo camina por la cuerda floja. Así en esta película hay quienes se burlan del idiota y quienes se enamoran de él. Hay quienes pueden con los celos y quienes se rinden ante el afán de posesión y asesinan. Nada está bajo nuestro control; sin embargo, nos gusta sentir que decidimos sobre todo.
Esta película es difícil de ver por su ritmo lento y sus imágenes maltratadas por el tiempo. Pero vale la pena. Nos recuerda que los humanos seguimos siendo humanos, con mejor ropa y mejores casas, pero humanos incapaces de escapar a nuestra biología e incapaces, por fortuna, de controlar a los otros. (Ab.)
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