Vampires vs. the Bronx - Osmany Rodriguez (2020)


Vampiros vs. el Bronx
está en Netflix. Es una comedia infantil, quizá juvenil muy ligera y divertida para certificar que los villanos de la nueva era son las inmobiliarias. La empresa Murnau, en evidente referencia al director de Nosferatu (1922), utiliza como logo un grabado con el rostro de Vlad Tepes, El Empalador, que diera origen al mito de Dracula, y está comprando todo el Bronx para establecer un nido de vampiros. Los monstruos llegan porque a nadie le importa lo que sucede con los habitantes de dicho lugar. Así que los postes están llenos de letreros de personas desaparecidas y se  asume que se han convertido en comida. Para evitar la gentrificación, tres niños casi adolescentes harán lo posible por rescatar el barrio a pesar de que sus madres los vigilan. La película en realidad es la lucha entre los vampiros y estos tres héroes por accidente de modo que el realismo sale por la ventana.

Los vampiros tienen mala suerte en América o son muy tontos. Son fuertes pero idiotas y se rodean de más idiotas. ¿Te suena familiar? La cosa es tan difícil de creer que me pregunté cómo sobrevivieron durante siglos. 

Gracias a la selección musical y el humor ligero, la película logra que te olvides de todas las tonterías y te deslices sobre aguas tranquilas disfrutando el paseo. No te vas a espantar, pero es posible que mantengas una sonrisa en el rostro durante todo el trayecto. Los latinos son un cliché y el Bronx es el lugar más amable en Gringolandia después de Disenylandia.

La principal debilidad de los vampiros no es su mortal alergia al sol. Su talón de Aquiles es que los humanos saben demasiado sobre ellos. Los morros saben que no aparecen en los espejos, que mueren si atraviesas con una estaca su corazón, que no les gustan los crucifijos ni el ajo ni el agua bendita, que no pueden ingresar a un lugar sin ser invitados y que los puedes eliminar a todos si matas al líder. Con toda está información extraída de las películas de Blade (1998), los chupa sangre tienen las horas contadas. 

La pelea es el pretexto para mostrar la importancia de la organización vecinal para repeler a las inmobiliarias y ese horrible monstruo de la gentrificación. Sin embargo, es mucho más fácil derrotar a los vampiros que a la avaricia. El contexto urbano no ayuda a los colmilludos. La alta concentración de personas hace notorios a los ausentes y el chisme corre tan rápido que los pocos interesados en defenderse se encuentran con velocidad.

Los hijos del demonio hubieran tenido más éxito con un banco de sangre que pagara buenos dólares por su alimento. Pero los perros viejos no siempre aprenden suertes nuevas. La violencia es el camino más corto y resulta no ser el adecuado. Los chupasangre son vencidos y el pueblo se une en una fiesta comunal.

La película cumple con divertir y poner de buen humor. Aunque creo que busca aleccionar sobre el orgullo barrial. Cuando yo era chico era una vergüenza indigna de los buenos pobres eso de cerrar la calle para hacer los quinceaños de la niña. Ahora parece que todo lo que suene a ocupación del espacio público para la convivencia social es motivo de orgullo. (Ab.)

Si te gustó esta reseña orgullosa de que el barrio no tenga tema al COVID, compártela con un compa en arresto domiciliario. 

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