The Goldfinch - John Crowley (2019)
Vi El Jilguero en un avión, sin sonido, leyendo subtítulos y me encantó. Sé que fue un fracaso de taquilla, la crítica la maltrató, no entiendo la razón. Supongo que por ser adaptación de un libro de Donna Tarttt, el error estuvo en el tono de los diálogos. Lo deduzco después de ver fragmentos con conversaciones y música. El jilguero es la historia de Theo, un niño que pierde a su madre en un atentado en el Museo Metropolitano de Nueva York mientras mira la pintura “El jilguero” del pintor holandés Carel Fabritius. Eso puedes verlo en los avances y con eso basta para que entiendas que el cuadro representa la fragilidad de la vida, no sólo por el tamaño del cuadro y del ave, también por la facilidad con que el mundo se pone de cabeza, las certezas que nos permiten vivir del modo en que vivimos son pura apariencia. Una visita al museo puede convertirse en la orfandad, el hurto imposible se transforma en un acto simple, casi inocente, y el valor de una obra de arte es tan caprichoso como la moda. El ave del cuadro tiene la pata atada con un hilo y ese hilo es lo que lo convierte en una mascota, es lo que sustituye su carácter salvaje por la domesticación y lo transforma en una presencia atemporal que puede ser eterna. El atentado, la muerte y la orfandad son el pretexto para que el personaje principal, Theodore, cambie de dueño.
La ausencia de su madre le permite generar nuevos lazos, tanto con la familia que pretende adoptarlo como con los anticuarios, el padre ausente y el nuevo amigo. El origen de su vocación por las antigüedades y el arte, así como de su matrimonio puede rastrearse hasta ese momento. Hay un big bang que cambia el universo. La pintura es la promesa de una vida nueva.
El nombre Teodoro significa regalo de Dios. Theo recibe un regalo de la mano de Dios, pero ningún don es gratuito. En su caso, el pago será la soledad, el deseo insatisfecho de tener una relación duradera. Theo pierde su espíritu, se pierde en su máscara, pierde el cuadro. Su futuro cambia constantemente de ruta.
Cuando la vida comienza todo es nuevo, adquirimos muchas cosas. Para seguir vivo es necesario entender las pérdidas, aceptar muchos duelos, muchas ausencias, muchas decepciones. Theo parece tieso casi inalterable, un poco incapaz de reaccionar o de mostrar sus sentimientos. Quizá el desinterés del filme pasa por allí. A la gente le gusta ver a otros hundirse en el drama o expresar su felicidad de manera alocada. Theo está siempre contenido, su felicidad y su tristeza son exteriorizados de manera sutil. Así se muestra en cada ocasión que descubre un engaño o recibe una mala noticia y también cuando su engaño es descubierto. Así se lo reclama la esposa de su padre en una escena clave. La gente no entiende que no grites y llores, que no insultes, que tomes nota mental y te lleves el asunto para examinarlo. No es eso lo que se espera de un filme. Pero a mí me gusta. Tomar las malas sorpresas sin aspavientos, sin gritos, simplemente hacer el ajuste y seguir el camino, yo quiero ser así.
Detrás de las acciones está la ilusión que llaman logro o fracaso. Tal cosa no existe, no hay éxitos ni fracasos, todo es causa y efecto, nada tiene un sólo origen. Los humanos no tenemos la capacidad de saber si un acontecimiento es favorable o desfavorable en el momento en que ocurre. Lo descubrimos después pero nos aferramos a la primera impresión de manera inconsciente. Hace unos meses me robaron una bicicleta y resultó ser un acto que trajo muchas cosas buenas.
Theo está de paso y quiere cosas que no posee. No tiene a su madre, ni a su amigo, ni a su padre, ni a su esposa, ni El jilguero. Sin embargo, son esas conexiones las que lo mueven. Theo es un huérfano, un ladrón, un comerciante, un anticuario, un esposo, un yerno, un hijo, un amigo, un enamorado y nada de eso es Theo. Disfruté la historia, la pintura y la fotografía. Sin el sonido, todo parece feliz, todo parece un buen sueño, todo se siente dulce. Si te animas a verla, haz el experimento ponerla en silencio.(Ab.)
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