Polvo - José María Yazpik (2019)
Yazpik no es mi favorito pero debo reconocer que tiene talento. Polvo no recibió el apoyo que recibió Roma (2018) ni de la prensa ni de Netflix, pero me gusta más. La historia es simple. El Chato es un joven que salió, hace diez años, de San Ignacio, en Baja California Sur, en busca de la fama. Quería ser actor en Hollywood. No lo logró y además quedó enredado en el negocio de las drogas en Tijuana. Escapa de la muerte por pura casualidad y es enviado de vuelta a su pueblo para recuperar la carga de cocaína que llevaba una avioneta que cayó. Su regreso a San Ignacio es lo más importante que ha pasado allí en años. El reencuentro con su madre y con su primer amor, la Jacinta, lo devuelve al pasado. Es el chico nuevo del pueblo y además trae dinero. Les trae trabajo y prosperidad. El pueblo está patas arriba. Su mejor amigo se casó con su novia y tienen un hijo. El amigo ahora es el policía del lugar y sospecha que la visita esconde algo.
El pasado no perdona y tiene sorpresas guardadas. El chato logra recuperar la droga y alborotar el gallinero con los dólares que ofrece a cambio de los paquetes de polvo farmaceutico. El que nunca ha tenido y llega a tener, loco se quiere volver. Sírvanme una cerveza en copa pa' sentirme distinguido.
No hay mucha acción pero la fotografía luminosa y la calma del pueblo resultan envolventes. Es una hipnosis ligera ver los dramas que se cuecen a fuego lento en un pueblo chico. Todos podemos identificarnos con los asuntos de los que escapamos. Esos asuntos que se quedaron en pausa para siempre y que guardan estados de ánimo a los que no dan ganas de volver.
Este filme me recordó The Kid (2000) en el que Bruce Willis tenía que enfrentarse con su niño interior. El niño decía: Tengo 40, no tengo esposa, ni perro ni vuelo jets, soy un fracasado. Lo mismo aplica para el Chato que juzga sus actos a la luz de sus promesas y sus sueños rotos.
La película no cae en el cliché de recuperar al amor de su vida, se conforma con cumplir la tarea que le salvó la vida y seguir dónde se quedó, ni más ni menos. Si esto fuera una producción gringa esperaría la segunda parte. La historia da para contar algo más y quizá ese sea su máximo acierto, dejarte con la espinita.
Las decisiones del Chato tienen consecuencias y no se vale volver atrás para cambiarlas. Si aprendió algo o no de su aventura, es trabajo nuestro deducirlo. La vida en Tijuana no será la mejor, quizá incluso no es mejor que en San Ignacio, pero es la que eligió el personaje.
El encanto de la vida rural y lo absurdo de la conducta humana son un paquete bien armado. La crítica social es dura pero sin mala fé. A pesar de que no pasa gran cosa, la película cumple con entretener y tener puntadas de buen humor. Pasé un rato agradable. La película es muy superior a lo que el cine mexicano entrega cada semana. (Ab.)
Si te gustó esta reseña relajada y satisfecha, recomienda el Polvo a tus amigos.
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