Capone - Josh Trank (2020)
Capone no muestra a un tranquilo comerciante de licor en los tiempos de la prohibición, tampoco a un asesino despiadado. Capone muestra a un hombre enfermo en su último año de vida. Quizá en el fondo haya un asunto disuasivo, no estoy seguro. Como que quisieran advertirnos que los malos terminan mal. El asunto es que terminé sintiendo profunda compasión por un tipo que sufre alucinaciones y que no puede evitar que la policía lo vigile y lo acose. La trama juega con la idea de que Capone tiene 10 millones de dólares escondidos en una caleta en su propiedad. ¿Estarán en el lago? ¿Estarán bajo alguna escultura? ¿se los robó alguno de los trabajadores que entran a la casa? ¿Se los robó la policía? Capone no recuerda dónde los puso y sin ingresos su familia vende la colección de arte. Aun así la policía no deja de joder. Esos servidores públicos que creen que su trabajo es hacer que los ciudadanos lamenten su suerte son una vergüenza. Aplicar la ley es un asunto de criterio. Convertir a un particular en enemigo es una estupidez.
El Estado tiene, o al menos debería tener, como función facilitar la sana convivencia de sus gobernados. Pero en todos los gobiernos hay personas que creen que extorsionar al ciudadano es parte del servicio público. Capone está más allá del bien y del mal, la frontera entre lo real y lo imaginario es demasiado frágil. ¿Con qué sueña un hombre que lo tuvo todo? Basta pasar los días a la sombra de un árbol mirando los caimanes. Me sorprende que no haya disparado contra la gente que entraba a hurtadillas a su casa.
Lo que muestra el filme es que Capone nunca se arrepintió de la vida que llevó, quizá ya no podía, la mente ya no daba para lamentar nada. A fin de cuentas, el único delito que pudieron endilgarle fue la evasión de impuestos. Dice el dicho: No taxation without representation. Algo como: no pago impuestos si no tengo voz en las decisiones. Pero quién podría representar a Capone en el congreso gringo. Si nadie representaba sus intereses, no debía pagar. Además Capone no era Escobar que hizo carrera política. ¿Qué hubiera pasado? Es posible que la prohibición del alcohol hubiera terminado antes. ¿Las drogas se hubieran reglamentado en lugar de prohibirse? Quizá hubiéramos saltado la era del combate al narcotráfico. Pero no pasó.
Supongo que la saña del gobierno en contra de Capone era movida por el recordatorio de que no lo pudieron destruir. Si tenemos suerte todos moriremos viejos y enfermos, eso es inevitable. Lo que sí podemos decidir es cómo vivir. Vamos a vivir con miedo o vamos a hacer lo que disfrutamos hacer. El mito de Al Capone ha crecido durante décadas en series y películas, él fue quién me inspiró para aprender italiano. No fue el diseño de Ferrari, no fue el imperio Romano, no fue la pizza, mi curiosidad giraba alrededor de ese hombre que se convirtió en leyenda gracias a la necedad de prohibir el alcohol. La historia se repite con la mariguana y la cocaína. ¿Hasta cuando seguiremos viviendo en la doble moral? Es imposible imponer nuestra voluntad en otros, es incluso indeseable. Lo que busca la vida, el universo o Dios, es la variedad. Así que prohibir las cosas que los humanos disfrutamos es absurdo.
Capone tiene un aire triste. La decadencia del mito no es linda de ver. Sin embargo, el final es de cierto modo una venganza y un gozo. El gobierno no puede ir más allá de su facultades expresas y Capone nunca se quiebra. (Ab.)
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