Museo - Alonso Ruiz Palacios (2018)

Museo es un excelente filme que está en cartelera. Se trata de una historia que se basa en el robo real de más de 100 piezas del Museo Nacional de Antropología e Historia en 1985. Es ficción condimentada de comedia con raíces en la realidad. La película comienza mostrando el traslado/robo de la gigantesca escultura que conocemos como Tláloc, de su lugar de origen, Coatlinchan, a su actual puesto fuera del museo antes mencionado. El filme nos aclara que Tláloc es en realidad Chachiuhtlicue, es decir, nos advierte que la realidad es siempre subjetiva. Todo lo que creemos conocer son sólo versiones. Después podemos ver Juan Nuñez participando en una toma de fotografías de la piezas que robará. La historia es contada de manera lineal con un sólo flashback que nos muestra el momento en que, Juan y su amigo Benjamín Wilson deciden que no serán satelucos. Ser sateluco es llevar una vida rutinaria y aburrida como padre de familia. Ese destino será roto robando algo grande.
La fotografía tiene algunos momentos brillantes, como el salto de la reja y las falsas diapositivas de las piezas robadas. En contraste, el sonido comienza siendo atroz. Los murmullos de Wilson no son claros y hay palabras que no se entienden. Después el sonido mejora, pero a ratos está mal nivelado y la música estridente no nos permite escuchar los diálogos. Otro defecto, es que la historia pretende ser contada por uno de los ladrones y a ratos nos presenta cosas que ese personaje no presenció. 
Gael no es un gran actor, su personaje se parece demasiado al de Amores Perros (2000), el mismo pelo largo, descuidado y seboso. Aunque él hace el protagonista, uno se encariña más con el casi tonto Benjamín, interpretado por Leonardo Ortizgris que seguramente mejorará su dicción en otras películas.
A pesar de sus defectos la película tiene muchas cosas positivas. Sin duda entretiene, divierte, emociona y sorprende. Incluso hay una escena en el mar que me recordó a Anita Ekberg en la Fuente de Trevi en La Dolce Vita (1960). 
Las escenas con la vedette Sherezada,  clara referencia a la Princesa Jamal vinculada por las autoridades al robo, nos muestran el espíritu simplón del ladrón y la realidad con la que sueña.
Ver a Jacobo Zabludovsky dando la noticia del robo con la carga ideológica del partido en el poder, hizo que se me revolvieran las tripas, pero cuando el padre del ladrón opina lo que opina, dan ganas de volver al pasado y aniquilarnos como nación.
La cinta acierta en mostrarnos la vida cotidiana de la supuesta clase media de los ochenta y lo hace tan bien que da miedo. Quizá yo creo que el medievo ya quedó atrás, pero por alguna razón lo siento más vivo que nunca. No se la pierdan. (Ab.)


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