Trois couleurs: Bleu - Krzysztof Kieslowski (1993)
Aunque juega con la expectativa de la audiencia respecto del debido comportamiento de una viuda, el verdadero reto de la cinta es incorporar la música a las acciones. La música, la composición incompleta del autor muerto, los fragmentos que escuchamos durante la cinta son un espejo. El tema utiliza sus variantes para subrayar emociones. La secuencia en que Julie colabora con el nuevo compositor hace evidente esa dinámica. ¿Qué emoción transmiten los metales? ¿Qué transmiten las cuerdas? No sé expresarlo con exactitud. No soy músico.
Quizá la cinta confía en que la verdad nos hará libres. Julie es obligada a ser la viuda, y al serlo debe reconocer que es mujer, músico, huérfana, jefa, amante, esposa y madre. No todo es agradable, pero en la medida en que se enfrenta a esas máscaras resuelve su vida. Se sobreentiende que la protagonista colaboraba con su esposo, pero se insinúa que ella era la compositora. La vida se encarga de ponerla al frente.
No hace falta ser compositor, para saber que ciertos estímulos provocan ideas, sentimientos y recuerdos. Tampoco hace falta que se te muera un hijo para saber que el duelo, aunque inevitable y natural, te roba las ganas. Obviamente hay gente tonta que dice que para atrás ni para tomar impulso, pero me preguntó de qué tamaño debe ser el vacío para que te niegues a cuestionar el sentido de la vida. Ser conscientes, estar aquí y ahora, no implica negar el pasado. (Ab.)
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