Ensayo de un crimen - Luis Buñuel (1955)


La hora y media que dura la cinta sirve para imaginar, es estímulante. A pesar de la simpleza de la trama, no entrega todo procesado. Si ustedes son tan betabeles como yo, reconocerán los nombres: Ernesto Alonso, Rita Macedo y Miroslava. Esos nombres significan algo. Tan sólo la elección de Ernesto Alonso como protagonista es un misterio. La historia es la de un hombre adulto, Archibaldo de la Cruz, con buenos ingresos y educación, de gestos contenidos, femeninos, acostumbrado a tener sirvientes, que amenaza a su enfermera con matarla. La enfermera huye y pierde la vida al caer al hueco de un elevador. Esto sirve de pretexto para que el hombre cuente otros hechos semejantes a un juez penal. Aunque se siente la vibra comercial, el filme contiene los fetiches del director: una fuerte presencia de la Iglesia Católica, las piernas y los zapatos de las mujeres, los insectos, las navajas, los vestidos de novia y los sueños. La crítica social es un elemento central, pero sólo evidente en la escena en que conversan sentados en una boda de ricos, los representantes de la Iglesia, el Ejército y la Burocracia.

Un detalle hermoso es que el juez penal que pacientemente escucha la declaración del protagonista nunca abandona su calidad de abogado, insiste en subrayar la frontera que existe entre la  libertad de pensamiento y los actos. 

Otro detalle magnífico es que el protagonista, Archibaldo, pudo haber inspirado la escena de alfarería en la película Ghost (1990), la de Demi Moore. Quizá también haya dado el ejemplo sobre el vaso de leche que pasó a La Naranja Mecánica (1971), No Country for Old Man (2007)  o Inglourios Basterds (2009).    

Otro asunto perturbador, es el hecho de que las mujeres son excepcionalmente libres y retadoras aunque sus contrapartes masculinas intentan dominarlas en todo momento. La cinta trata sobre mujeres muertas pero sus muertes no se sienten como un castigo a su libertad, aunque quizá hoy sería mal recibido este surtido rico de muertes femeninas y el sueño feminicida del protagonista. Por eso mismo, se siente Avant-Garde.

Ver una película mexicana, en blanco y negro, de 1955 puede ser la tortura más adecuada para un adolescente, pero quizá sirva para que poder valorar más adecuadamente los churritos de Marvel. Parece que Hollywood ha olvidado el modo de contar historias, se centra en deslumbrar con efectos especiales, vestuarios extravagantes, escenarios de fantasía, colores brillantes, peleas y cuerpos atléticos. Todo eso está bien, pero olvidan que esos elementos están allí para narrar una historia. Ver Ensayo de un crimen permite apreciar el ambiente de la ciudad en el pasado, descubrir las ropas y los peinados, escuchar los diálogos como si fueran de otro planeta e incluso notar que la actuación tiene obvios defectos, pero al ver esos elementos en un contexto realista resulta evidente su significado. Es decir, escenografía, vestuario y peinados están allí, pero hablan del personaje y construyen la historia. Sin la historia, no se entiende el contraste entre la ropa de calle y la ropa de casa, ni entre la decoración barroca de tintes religiosos y las líneas rectas de lo moderno. Ni la distancia de edades entre las parejas, ni la tensión sexual. Una joyita. (Ab.)

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