Los Ladrones: La verdadera historia del robo del siglo - Matías Gueilburt (2022)

La historia de este famoso robo es contada, con estilo y ritmo,  por sus protagonistas y puedes verla en Netflix. El recorrido es total. Abarca el origen y perfeccionamiento de la idea, la larga preparación, todos los contratiempos y ajustes, el momento del robo, los imprevistos, la euforia posterior, la traición, la decepción, el orgullo, el juicio, la sentencia y la vida nueva. No sé tú, pero yo sí soñé con robar un banco. Cuando niño, a ratos soñaba con volar un avión sin tripulación ni pasajeros (no quería ser chofer de nadie) y a ratos soñaba con ser un mafioso italiano que daba el gran golpe. No sé tú, pero yo siempre he odiado a los bancos. Las malas experiencias con ellos hacen que cada cinta sobre un asalto bancario me parezca una dulce fantasía. Al parecer, eso mismo sucedió en la mente de los ladrones y de los argentinos. Estos ladrones fueron heroes que realizaron la venganza, aunque fuera pequeñita, del episodio del corralito.

En El abogado del Diablo (1997), Al Pacino en el papel de John Milton, alias El Demonio, dice: Vanidad, mi pecado favorito. Los ladrones de esta aventura son la representación de las varias facetas de la vanidad. Pero no sólo ellos, todos los involucrados parecen orgullosos de lo poco o mucho que tienen para contar.

La cinta deja una sensación de haber visto una hazaña, nunca se siente como una tragedia ni como un delito, mucho menos como un crimen. Los hechos son una fiesta incluso cuando son malos. El de la idea, Fernando Araujo, dice que hizo arte. Quizá por eso se sienten un equipo y están tan contentos de contar y recrear los hechos. Brindan al público las herramientas para apreciar mejor su obra y su talento. 

Lo único triste es la traición. Hay alguien que destruye el castillo de naipes. Los celos y la envidia son muy feos. No lo hace por hacer justicia, lo hace por chingar. Maldita sea la gente que se dedica a sabotear a otros. Algún conocido decía que el onceavo mandamiento era no estorbar, yo agregaría que el décimo segundo debería ser: No chingar.

La película está bien hecha porque brinda a los asaltantes artistas la oportunidad de decir su verdad. De confesarse o de engatusar. Lo bailado nadie se los quita. La satisfacción que obtuvieron de ese robo no fue sólo económica. Fue laboral y espiritual, fue algo que les curó el autoestima.

Quizá lo más interesante sea la claridad que tiene Araujo sobre la distancia que existe entre la moral y la ética. Para él, la moral es colectiva, no habla sobre si es religiosa o cívica; y la ética es personal. Una es el parámetro de la sociedad, la otra es interna. Y esa distancia basta y sobra para conversar. ¿Robar un banco es bueno o es malo? ¿Para quién, en qué lugar y bajo qué circunstancias?

Araujo concluye que ese robo fue bueno porque benefició a todos los involucrados. Y la pregunta queda: ¿Causo daño? No lo sé, pero creo que los bancos causan más daño en su actividad cotidiana. También hacen el bien a muchas personas, pero hacen daño y no veo ninguna discusión sobre su ética profesional ni sobre la moralidad de las tasas de interés. Disfruté esta cinta y creo que deberías verla. Quizá puedas decirme si el álbum de Joaquin Sabina, "El hombre del traje gris" se inspiró en este asalto. (Ab.)

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