The Devil's Advocate - Taylor Hackford (1997)


El abogado del diablo
es uno de esos filmes que pueden parecer intrascendentes pero que te pide volver. No se trata sólo de ver jóvenes a Charlize Theron, Keanu Reeves, Al Pacino y  Connie Nielsen, el asunto es revisarlos mitos generados alrededor de Satanás y sus poderes y como su reino se identifica de manera irremediable con el capitalismo salvaje sin negar que cada ser humano es el único responsable de sus actos. Estoy seguro que no recuerdas todos los diálogos pero estoy seguro que alguna de sus escenas se quedó en tu memoria. Para mí la frase más significativa es cuando el demonio habla sobre dios y lo califica de latifundista ausente y la escena que se me quedó en la mente es la del metro en New York denunciando una infidelidad
, en un español chafa. No es casualidad que Lucifer se haga llamar John Milton (Autor de "El paraíso perdido"). Aquí una muestra de pura inspiración: Afila los apetitos humanos hasta que puedan dividir átomos con su deseo, construye egos del tamaño de catedrales, conecta con fibra óptica el mundo a cada ansioso impulso, engrasa los más torpes sueños con el verde del dólar, dora las fantasías hasta que cada humano se convierta en un aspirante a emperador, en su propio dios y entonces ¿a dónde puedes ir? Y mientras luchamos entre este trato y el siguiente, ¿quién mira el planeta? En tanto, el aire se espesa, el agua se agria y la miel de abeja toma el gusto metálico de la radioactividad. La inercia no cesa, sigue empujando cada vez más rápido, no hay tiempo para pensar, para prepararse. Se venden y compran y futuros cuando no hay futuro.


El diablo nos da la mano. A Charlize la seduce con describir su cuello. La olfatea como sin nada y ella se siente halagada. El amor es como comer chocolate, la vanidad es el pecado favorito. Este filme captó el futuro y sus predicciones se han cumplido al pie de la letra.

El demonio tiene el don de la ubicuidad (estar en todas partes a la vez), no necesita dormir, habla todos los idiomas, te mata con amabilidad, pasa inadvertido y su mejor truco es hacernos creer que no existe.


Cierto, ser Dios debe ser bueno, pero un tanto solitario. Ser el demonio, ser inferior a dios y descubrir las fallas en el plan sería genialmente entretenido. No importa que el demonio no exista, sólo imaginarlo como personaje de ficción es divertido. Este filme toma el mito y lo pule, lo actualiza, lo lanza al ruedo de modo extraordinario.


¿Para qué se necesita un anticristo? Nadie lo sabe y la película no exige que sepamos gran cosa. Se contenta con poner un espejo delante de nuestros ojos y allí es posible advertir que las virtudes han pasado de moda y no lucen bien en Instagram, Facebook o Twitter. Sí, somos un asco y nos gusta serlo. Y despreciamos a aquellos que no se atreven a vivir en el lodo. (Ab.)


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