Erin Brockovich - Steven Soderbergh (2000)
Algo muy lindo y triste de ver es que nadie entiende que el trabajo de abogado no es estar sentado detrás de un escritorio 8 horas diarias. Parece muy difícil entender que un abogado necesita visitar lugares para comprobar hechos y que en ocasiones mientras comes, te bañas o te tomas una cerveza puedes dar con la clave para resolver un asunto. El guión lo pinta de modo maravilloso.
El sistema judicial tiene fallas porque a fin de cuentas, un juez debe atender tantos casos que no tiene el tiempo para verificar los hechos y debe confiar sólo en los papeles o las pruebas que le presentan. Una inspección judicial, en que participe un juez, es un garbanzo de libra.
El sistema de justicia está tan podrido que incluso un testamento puede durar años en juicio. Pero Erin Brockovich es un ejemplo estimulante en que las cosas salen como deberían de salir. Goliat es lo suficientemente ingenuo para ser vencido y cada personaje obtiene satisfacción. Salvo la compañía que por ahorrarse una lana termina pagando el pato. Aunque en realidad no sabemos si PG&E había ahorrado tanto que también hizo negocio.
Otro asunto que se queda pendiente es la complicidad de la junta de aguas. Quizá recibían un soborno para no detectar el cromo hexavalente que ya estaba detectado en los controles de pureza del agua. Los ciudadanos pagamos, en México y el mundo, unos servicios públicos muy caros que terminan convirtiéndose en nuestros enemigos.
Lo lógico en este caso es que el Estado hubiera colaborado con los denunciantes, pero la fiscalía brilla por su ausencia. Final feliz, con asuntos para pensar. Una cinta inteligente que ayuda a recuperar un poquito de fe en la humanidad. (Ab.)
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