Poesía sin fin - Alejandro Jodorowsky (2016)
Alejandro Jodorowsky ha escrito muchos libros y ha dirigido nueve películas. Si ya viste El Topo (1970), La Montaña Sagrada (1973) o La danza de la realidad ya conoces su estilo, ya sabes si sus filmes te gustan o no. Yo prefiero sus libros. He leído más de diez y si algo aprendí en ellos es que el pasado es maleable. Es decir, tu pasado puede o no coincidir con lo que recuerdas, pero es posible que lo modifiques para mejorar tu presente. La mente acepta la trampa. Somos un relato, la historia que contamos de nosotros mismos. Quizá en ella insistimos en recordar asuntos dolorosos y a través de esos recuerdos limitamos nuestro desarrollo. Aunque Jodorowsky ha hecho de todo y ha tratado con grandes figuras, también creo que ha modificado su pasado para poder ser quien es ahora. Poesía sin fin es un filme biográfico pero maravillosamente decorado con hechos y detalles que no sucedieron así. El mensaje no requiere que el filme sea realista. Jodorowsky busca romper cadenas, liberar el potencial de las personas. Y aquí ya vemos un poco de la influencia del Tarot y de la creación de la Psicomagia.
Aunque tiene ese sabor que se siente entre teatral y torpe, entre exagerado e ingenuo, como un ejercicio que carece de recursos materiales suficientes pero compensa con talento, la cinta logra momentos bellos y repulsivos. No negaré que me divertí al tiempo que sentía estar viendo un filme de los setenta. Su producción artesanal a ratos sorprende y por momentos provoca rechazo.
No es un mal filme, pero definitivamente se siente retro y pretencioso. La cantante de opera, así describe a su madre en los libros también, me resulta insufrible. Jaime, su padre es el villano malo y necio. Alejandro comienza como víctima y va rompiendo el molde cada vez que hace falta. Estoy seguro que Alejandro disfruta de saber que, a pesar de todo, cumplió el sueño de su padre de convertirse en médico. Evidentemente, el tipo de medicina que ejerce no es la que imaginaba Jaime.
Supongo que el filme es sólo para fans. Si sólo te gusta el cine Hollywoodense, no lo intentes. Ver a Jodorowsky requiere un estado de ánimo especial. No es dominguero, no puedes apagar el cerebro, es una terapia que mezcla comedia y drama, es cine de autor que te obliga a leer entre líneas. Lo soporto, pero no me gusta y no lo recomiendo. Sin embargo, es cine honesto y con carácter que trabaja en el subconsciente. Salta de lo burdo a lo poético, para nadar en el hamparte y la provocación sin mojarse el ombligo. (Ab.)
Si te gustó esta reseña contradictoria, compártela con tus padres.
Comentarios
Publicar un comentario