Strangers on a Train - Alfred Hitchcock (1951)

Pacto siniestro es el título de este buen filme que nos brinda una lección sobre como presentar a los personajes,  así como el tiempo y lugar en que se lleva a cabo la acción. La escena inicial es perfecta. Al fondo vemos el capitolio, estamos en Washington D.C. Dos taxis autos de los cincuenta llegan a la estación y de ellos bajan dos personajes cuyo estilo de vida es mostrado a través de los zapatos y las cosas cosas que llevan. Seguimos sus pasos entre mucha gente y finalmente se sientan en un vagón. Para cuando los pies chocan, ya sabemos que uno de ellos es rico, Bruno Antony, y el otro, Guy Haines es un jugador de tenis. Por primera vez vemos sus rostros. Pronto uno reconoce al otro y nos brinda toda la información que necesitamos, incluso aquella que el deportista no desea que nadie sepa.
La premisa de la historia la había oído antes pero nunca supe que película le dió origen. La idea es intercambiar asesinatos para que no haya motivación evidente y ambos hombres tengan una coartada.
El resto deben verlo con sus propios ojos. Bruno es interpretado con maestría por Robert Walker y siendo el malo de la historia se la roba completa. Guy (Farley Granger) no puede sino hacer de comparsa.
Más de sesenta años han pasado desde su estreno y la película fluye como si hubiera sido escrita ayer. El blanco y negro no se siente pesado y el oficio de Hitchcock se nota en los detalles.
Es adorable ingenuidad de los filmes viejos, nos recuerdan que el mundo era mejor sin teléfono celular con cámara y grabadora incluidos. El ciclo de Hitchcock está en la Cineteca Nacional así que quizá tengan oportunidad de verla. Vale la pena. (Ab.) 



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