The Prince and the Showgirl - Laurence Olivier (1957)


El príncipe y la corista es una muestra de un cine casi olvidado por políticamente incompatible con la filosofía actual de Hollywood. Ya ninguna rubia es tonta, ni se puede hacer la tonta para pasarse de lista. Ya no es posible admirar el cuerpo de una mujer con curvas naturales, ni mostrar tu rostro sin operaciones después de los 30 años. Ya no es aceptable ver a una protagonista usar su atractivo sexual para imponer su voluntad, salvo que sea una villana o una espía. Tampoco es correcto que una corista hable de política o que una mujer soltera tenga más tacto para tratar a un hijo que sus propios padres. Gente de cuarenta en un cuento de hadas, que no lo permita Dios. Hollywood ha convertido lo natural en algo indigno de ser visto. 

Me acerqué a esta comedia romántica sólo para ver a Marilyn Monroe y me encontré con un cine sencillo y encantador. Casi todo se desarrolla al interior de un estudio y aunque debería sentirse pesada, los diálogos tienen el ingenio y el humor suficientes para olvidar el resto. La película aprovecha su impulso y logra convencer.

Es cierto que los personajes parecen salidos de una caricatura, pero ¿cuánta gente conoces que vive en el cliché y no puede escapar de la pose? Desde el viejo rico que fuma puro y bebe cognac, hasta la quedada amargada o el fulano que va a un concierto de rock vestido de negro con chaleco de cuero. 


Es decir, debe ser muy difícil evitar los clichés si los personajes son un príncipe ruco y una corista con experiencia. Por supuesto que no es la primera vez que la invitan a cenar con la intención de que ella sea el postre. Y evidentemente él no sabe tratar a nadie porque todos le lamen las botas. 

Los clichés son usados con gracia. Mientras el príncipe viejo e inseguro se relaja, ella debe esforzarse para resultar simpática y enganchar al pez. El príncipe necesita ser acartonado para conservar la falsa superioridad que da razón a su existencia y la corista necesita ser divertida para poder soportar la farsa sin ser una arpía. Conoces el juego pero no sabes hasta dónde llegará. Cine simplón pero muy disfrutable. (Ab.)


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