Ma Rainey's Black Bottom - George C. Wolfe (2020)
LA MADRE DEL BLUES está en Netflix y es de esos filmes buenos que desesperan. Aunque el título se refiere al personaje de Ma Rainey (interpretado por Viola Davis), el personaje principal es el trompetista Levee a cargo de Chadwick Boseman, hoy fallecido que muy probablemente gane el Oscar. La historia transcurre mayormente en el estudio en un día de grabación en 1927. Levee es parte del grupo que acompaña a Ma Rainey pero siente que su momento de gloria ha llegado. El hombre confía en que sus arreglos y su música lo llevarán al éxito con o sin el apoyo de la solista. Todo es un pretexto para que nos cuenten la vida de los personajes y se muestre el racismo que en esos momentos era la norma. Para sazonar, como es costumbre de Hollywood, se incluye un triangulo amoroso. Ma viaja acompañada por su novia Dussie Mae que está muy interesada en Levee y que provocará problemas.
Los músicos tienen conversaciones innecesarias que los enemistan. Además, todo empeora cuando Ma insiste en que su sobrino tartamudo presente su canción y reciba pago por su trabajo. Todos tienen ideas de cómo debe hacerse el trabajo, todos quieren hacer valer su experiencia y su estatus. Entre los blancos que manejan el estudio no hay acuerdo sobre el trato que debe recibir la cantante. Tampoco entre los negros hay un grupo homogéneo. Levee es el rebelde y los otros músicos son conservadores. Ellos quieren tocar y recibir su pago, Ma quiere respeto y Levee quiere hacer arte.
Aunque la película anuncia una y mil veces que las cosas no terminarán bien, me mantuvo enganchado. Disfruté mucho la secuencia en que Levee se burla del Dios de Butler que se entiende es Jesucristo.
Es curioso que los esclavos hayan aceptado a Cristo como su Dios y que una vez libres no hicieran nada por rechazarlo. Supongo que es lo mismo que sucedió en la Nueva España. Los nativos aceptaron la religión y al hacerlo aceptaron ser sumisos ante quienes les trajeron ese Dios.
Si bien Levee explica su hipocresía con una historia sobre su niñez. Lo cierto es que está más cerca de ser libre que los otros músicos porque cortó nexos con el Dios de los blancos. Los demás, quizá incluso el director de la cinta, no han cortado ese lazo. Por eso les resulta lógico que Levee sea castigado por su propia mano, como si una intervención divina lo obligara a destruir su futuro con un acto irracional. Aunque la explicación de la tragedia pasa por la bravuconearía y el dolor psicológico, pareciera que la habitación que se abre al final de la cinta es una metáfora del infierno.
La historia no es la mejor del mundo pero las actuaciones son fuertes, el diseño de vestuario y peinados es muy interesante, la música cumple su papel, los pequeños espacios y el encierro generan esa atmósfera húmeda y pesada, y el final, con la banda blanca grabando música ajena, es una patada en el trasero de realidad que cae en lo cruel y desalmado. (Ab)
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