Il vangelo secondo Matteo - Pier Paolo Pasolini (1964)


El Evangelio según San Mateo
es la puesta en pantalla de una síntesis de dicho texto. Sin embargo, más allá del valor religioso que esto pueda tener, tiene una estética peculiar. Es decir, su valor no radica sólo en los fragmentos de la vida de Jesucristo o en sus parábolas (mitología ampliamente difundida en Occidente); también obtiene valor del modo en que se muestran. Puedes escuchar los textos del Evangelio y bloquearte, es normal después de oírlos tantas veces. Pero intenta analizarlos como si fuera un texto nuevo al que te acercas por primera vez. S
in ser un creyente, el director y guionista eligió los fragmentos del extenso texto con una intención. Claro que no todos los creyentes son conocedores de los textos de su fe y que no todos los expertos necesitan ser creyentes. Sin embargo, provoca curiosidad conocer las razones de un hombre de izquierda para acercarse a los Evangelios y dedicar esta cinta al Papa. No retrata a Jesús como un rey, ni como un Dios, lo retrata como un hombre común, un trabajador, no es muy alto ni muy fuerte ni muy bello, es un hombre promedio, un obrero fuera del taller. Sus ropas no son especiales, no tiene posesiones y su carácter se dibuja con palabras y acciones. Se siente cercano al texto y a la idea de Jesús que la tradición ha construido.

Cabe señalar que el proceso de elegir los eventos que se incluyeron en el filme replica, en cierta medida, el proceso realizado por la Iglesia en el Concilio de Trento. Pasolini dejó fuera partes del texto que otros pueden considerar relevantes; sin embargo, la iglesia Católica consideró acertado el criterio de Pasolini. 

Aunque ya existía el cine a colores, la elección de Pasolini de filmar en blanco y negro, quizá basada en razones económicas,  resulta estéticamente congruente con las locaciones y los vestuarios. Las imágenes de la cinta reafirman las ideas del personaje.

No parece haber maquillaje, nadie pensaría que está viendo una cinta Hollywoodense. No hay largas barbas, ni cabello limpio recién peinado, no hay ojos azules ni túnicas de seda. Ello subraya no sólo la simpleza y la crudeza, también la belleza. Basta compararla con El mártir del Calvario (1952) o Los Diez Mandamientos (1956) para entender que había una búsqueda de realismo y verdad. 

La elección de actores está en esa misma sintonía. La actriz Margherita Caruso, como la joven María, sin palabras, mirando a la cámara, logra emocionar. Su expresión sutil y sobria, apenas dulce expresa preocupación que se transforma en un tímida sonrisa. Su belleza es cercana y cálida. En contraste, Salomé es una joven más guapa, alta y extrovertida, luce un poco fría y refinada. El demonio y José no son bellos ni feos, son hombres que puedes encontrar a la vuelta de la esquina. 

Si bien puede parecer obvia la decisión de incluir el texto del Padre Nuestro. En contraste, elegir el fragmento en que Jesús llama a no preocuparse por el dinero, por los alimentos o por las ropas, suena provocador o revolucionario. ¿Acaso está llamando a una huelga? Quizá descaradamente está pidiendo que renunciemos a los bienes materiales, la ambición y el trabajo. La misma conclusión pueda obtenerse de escuchar con atención la expulsión de los vendedores y cambistas del templo, la maldición a la higuera sin fruto y el asunto de los impuestos y la moneda con el rostro al César. 


Hoy, nadie puede decir con cara seria que sigue las enseñanzas del Evangelio. Es obvio que dichos valores han sido abandonados o quizá nunca fueron puestos en práctica. Basta ver que Tierra Santa es un sitio turístico, cuando Jesús anunció su destrucción. 

¿Qué te hace pensar esta cinta? ¿El cristianismo siempre fue una utopía? ¿Jesucristo era un vago o un comunista? Quizá la cinta apoya el ludismo y busca hacernos pensar que la el mundo imaginado por Cristo es posible hoy. Pasolini usa las palabras de Jesús para decir a la Iglesia que no está haciendo su trabajo. Escucha con atención la parábola de los viñadores asesinos. Esta cinta, con dedicatoria, era una bofetada con guante blanco. (Ab.)

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