Okuribito - Yôjirô Takita (2008)


Esta magnífica cinta tiene, en México, el inexplicable y repulsivo título: Violines en el cielo. A pesar de lo que puedas pensar no es un albur ni una grosería. No permitas que lo torpe del afiche y lo cursi del título te aleje de verla. La historia no tiene que ver con violines ni con el cielo, trata sobre un violonchelista, la vida, la muerte y los funerales. Japón tiene unas reglas de trato social que, en mi experiencia, transmiten respeto. Su amable manera de interactuar no es exclusiva de familiares y amigos, es el trato cotidiano entre desconocidos. El modo en que se saludan y se entregan las cosas te hace sentir realmente humano. Quizá esas maneras sean para ellos sólo costumbre, pero tienen una dignidad que jamás he experimentado en México. En la Ciudad de México, en general, el trato es la indiferencia o el desprecio. En otras partes del país, sólo en determinadas circunstancias, es posible que sea amigable y afectuoso, pero no transmite ese respeto neutro por el sólo hecho de existir que es la norma en Japón. Me permito describir esto porque la cinta sabe retratar esos buenos modales y conmueve con sus efectos. Aunque la historia es sobre un músico que vuelve al pueblo de su infancia para trabajar en una funeraria y reconciliarse con su pasado, la magia sucede en las secuencias sobre sobre la preparación de los muertos y en una comida.

La ejecución del ritual funerario es presentada dos veces. La primera, directamente en las exequias de un caso particular para mostrar la reacción positiva de los asistentes. La segunda, de manera neutral, casi cómica, para la elaboración de un video informativo.

A pesar de la estructura o quizá por ella, el ritual resulta inesperadamente bello y tierno. En contraste, ese trabajo tan serio y reconfortante para los familiares del difunto, causa rechazo social. Como en la cultura de castas de la India, el trato con la muerte es un trabajo que se considera sucio o impuro y está reservado para cierto tipo de personas. En la historia, la misma persona es admirada como  violonchelista y rechazada como trabajador funerario. Quizá esos prejuicios estén desapareciendo pero siguen allí. 

El filme también permite comparar el trato tradicional de los muertos que aprende el protagonista con el trato que dan otras empresas con trabajadores inexpertos o poco respetuosos. Un cadáver es un desecho. Pero los ritos fúnebres no son para los muertos, son para los vivos. Son para que las personas que pierden a un familiar puedan despedirse con comodidad y comiencen el duelo con tranquilidad.

Durante una comida se hace énfasis en que un cuerpo sin vida es el alimento de los vivos. Lo muerto no carece de dignidad ni de utilidad. Quizá este ciclo de vidas y muertes no parezca conducir a nada, la mayoría de las vidas serán intrascendentes y todos seremos olvidados, pero siempre es posible escoger hacer el bien aquí y ahora. Eso debería ser razón suficiente para tener sentido. (Ab.)

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