Cléo de 5 à 7 - Agnès Varda (1962)


CLÉO DE 5 A 7
está en YouTube y tenía muchas ganas de verla desde que ví Rostros y lugares (2017) y Varda por Agnes (2019), así que mis expectativas eran demasiado grandes. Error. Aunque puedo entender lo novedoso que resultó esta cinta en el momento de su estreno, hoy resulta pesada. No sólo porque el recorrido es casi en tiempo real, también porque la cantidad de temas a que se asoma es excesiva. La historia es sobre una cantante a la que, en la lectura del Tarot, le aparece la muerte y ella que espera los resultados de unos análisis médicos teme tener cáncer. La alta rubia frívola y famosa Cléo se angustia tanto que se quiere morir. La acompañamos durante dos horas de su cómoda vida en un París que hoy resulta impensable. Todo está cerca, casi no hay gente y todo está impregnado de un aire bohemio recién purificado por los árboles. Quizá en los sesenta se sentía documental, pero hoy es muy onírico. El asunto es tan raro que la acompañamos a comprar un sombrero de invierno en un día caluroso y pide que se lo envíen a casa para evitar la mala suerte.
Yo he estado en París y nunca he visto el París que en que se mueve Cléo. Agradezco de manera infinita que no aparezcan la Torre Eiffel, el Arco del Triunfo o la Basílica del Sagrado Corazón y que el recorrido haga una larga pausa en un parque con cascada. Pero la rubia desespera porque es tonta de paquete, no quiere estar sola pero no quiere estar con los músicos, ni con su amiga, ni sabe de que hablar. Bebé un trago en un bar por el que se pasea sin encontrar un asiento que le guste. No esta a gusto caminando, ni el coche, ni en el autobús. Y finalmente se la liga un soldado a punto de salir del país.

Lo más decepcionante de la cinta es que Cléo (Corinne Marchand) ni siquiera es tan guapa como la modelo Dorothée (Dorothée Blanck) que hace de su amiga. Es decir, en cuanto ví a Dorothée, Cleo dejó de importarme lo poco que me importaba y me molestó mucho cuando la modelo abandona el recorrido para nunca volver.

Cléo, como cualquiera puede deducir, tiene dinero suficiente para que los médicos la mantengan viva hasta sacarle el último centavo. Así que en la cinta no muere, ni cambia. Es decir, comienza siendo una boba y termina igual, no evoluciona. Y debió ser muy divertida para los franceses, pero hoy, tantos años después, y después de tantos finales abiertos no logra impresionar. 
Cumplí con mi tarea de ver esta cinta pero prefiero cualquiera de las que mencioné al inicio de la reseña. Por lo que refiere a la Nueva Ola del cine francés, creo que Agnes Varda nunca se sintió parte de ese movimiento encabezado por Godard y Truffaut que suena tan bonito: Nouvelle Vague. (Ab.)
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