Babygirl - Halina Reijn (2024)

BABYGIRL debió ser traducida como Babosa y no debió tener ese subtitulo de "deseo prohibido". Prime Video se equivocó al comprar esta cinta para señoras mayores de 60 cuya única preocupación en la vida es tener un orgasmo. Da tristeza, casi vergüenza, ver a esta versión de Nicole Kidman después de haberla visto en OJOS BIEN CERRADOS (1999). Nicole con más de 55 no resulta sexy ni interesante. Quizá para un señor de 80 ella siga siendo un bombón. No lo sé. ¿Cuántos señores de 80 podrían tener sexo tres veces por semana sin ir directo al cardiólogo? Y si se van a arriesgar a morir en la cama, ¿se arriesgarían con está versión reparada de la Kidman? No me parece lógico. El rostro de Nicole hoy es la versión cubista de su aspecto natural y ni hablar de los implantes de senos que no armonizan con sus caderas. Nicole fue hermosa pero hoy luce fatal. Como Barbie pasada por el microondas. Harris Dickinson con menos de 30 no era el indicado para esta cinta. Por más que intenta parecer un tipo feo y corriente, con éxito, no le compro que se interese en una señora que le dobla la edad sin algún interés económico evidente.

Se entiende que sabe cómo aprovechar el asunto y que disfruta del poder en esa relación pero simplemente no lo compro. Si él hubiera tenido 45 me parecería razonable, pero para colmo, Kidman tiene por esposo a Jacob (Antonio Banderas) que será más viejo y se pinta el pelo, pero que luce muy bien como su pareja. Al menos luce mejor que el esposo real de Nicole. Que una mujer mayor de 50 tenga ganas de tener una vida sexual satisfactoria es normal, pero que esa sea su única preocupación en la vida es ridículo. 

Por alguna razón que no se explica, la Babygirl de la edad madura jamás ha tenido un orgasmo con su esposo. No sabemos cómo fue su infancia, su adolescencia o su camino al éxito económico, pero a pesar de ser una empresaria líder en la robótica necesita masturbarse viendo porno para lograr el orgasmo.

Entonces un día ve a un hombre, Sam, que controla a un perro en la calle y resulta que ese tipo, que lee la mente de las fieras, detecta que ella necesita ser dominada. Por capricho del guión él trabaja en la empresa de Romy (Kidman) y tiene la oportunidad de entrevistarse con ella.

Allí Romy va perdiendo contacto con el trabajo y confunde lo que quiere su vagina con la felicidad. Normal, todos nos equivocamos, pero ella toca fondo. Su esposo se entera, el chisme corre por la empresa y se queda sin domador, gracias   a una tonta metiche.

Es rescatada (dominada) por una millenial que la trata igual que Sam pero le tira el rollo de que ella es un ejemplo para las mujeres. Más barato no se puede. Para que el guión caiga en lo absurdo, al final, un hombre mayor llega con intención de dominar a Romy y ella muy orgullosa dice que si quisiera ser humillada pagaría por ello. 

De risa loca, porque ya la vimos dominada por dos millenials que además se veían a sus espaldas. Se vale dejarse llevar por los instintos pero no sin que exista una explicación psicológica clara del vacío de Romy. Parece que la simple existencia de Isabel, su hermosa hija lesbiana (Esther McGregor) es el detonante de la tontería. Como último clavo en el ataúd de esta cinta, Jacob es un pan de Dios. (Ab.)

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