Lyle, Lyle, Crocodile - Josh Gordon & Will Speck (2022)


Hay cintas que se aprovechan de nuestra empatía con los animales, muchísmas de perros como Hachi (2009) o Isla de Perros (2018) y también de gatos como Fritz (1972) o Con Botas (2022), pero también hay Babes (2021), Bambis (1942), Paddingtons (2014), Dumbos (1941) y Simbas (1994). Hay otro tipo de animales que se usan para cintas de terror. No me refiero al Oso Intoxicado (2023), hablo de los Tiburones (1975), Pirañas (1978), Anacondas (1997) y Godzillas (2016) que se usan en tramas de aventura y supervivencia. Los lagartos, incluidos los dinosaurios, provocan miedo porque no puedes comprar su afecto con croquetas y a ellos no les importa incluirnos en su dieta. Por eso me sorprendió Lilo, mi amigo el cocodrilo. Los cocodrilos son malos con los humanos hasta
 en las cintas de Peter Pan. Pero la animación todo lo puede y transformaron al lagarto en una especie de perro con carácter de gato que sabe de canto, cocina y lucha grecorromana. Incluso parece publicidad reptiliana. No sé que hubiera pensado el Rey Lagarto (Jim Morrison) de esta cinta, pero estoy seguro que a Lacoste le gusta la idea. Espero que el filme deje ganancias al escritor del libro original.

La cinta tiene un inicio extraño con Javier Barden, medio calvo y triste, disfrazado de mago corriendo entre los pasillos de un hotel para colarse a una audición. Pero después de un número musical, Javier abandona al Lilo porque necesita dinero y la lagartija no produce plata, sabe cantar pero no puede vencer el miedo al escenario. Javier desaparece de la cinta por un buen rato. 

Entonces llega una familia nueva a la casa y el hijo, pasado el susto inicial, comienza una buena amistad con el lagarto. Lilo, además de ser el mito urbano que recorre las alcantarillas de Manhattan, se convierte en guía del chico y le muestra la  comida y la ciudad. El proceso se repite con la madre y más tarde con el padre. Siempre hay canto y coreografía.

La cinta es alegre y optimista, pero tiene que haber dificultades. Bardem regresa y quiere que Lilo haga un show, además un vecino, molesto por las fiestas nocturnas del cocodrilo, lo denuncia y el bicho acaba en juicio y sentenciado al zoológico. Lilo es la alegría del hogar y la familia lo extraña.

A pesar de lo que puedas pensar, aunque un poco cursi, la cinta no tiene un final predecible. Obviamente el mensaje es que la familia es lo más importante. No es una gran película, pero es divertida y tiene grandes puntadas creativas. Por ejemplo: el modo en que visten a Lilo para que salga a la calle sin causar infartos. Búscala en HBO Max. (Ab.)

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